El cabildo nos mata las cabras de
aquí...
... y nos trae vacas de fuera, en lugar de potenciar la
cabaña vacuna del país, la vaca nuestra la que está climatizada a estas
temperaturas y tierra, y nos trae vacas del polo norte, donde la leche es nívea,
o como agua. Es decir, ciertamente, son más lecheras, por el frío y agua o nieve
de donde vienen, además del mucho verde que allá comen, pero la vaca de aquí,
aunque da menos leche, ¿no es mejor? ¿
De qué me sirve den las vacas más leche,
si es aguada, y por tanto mala y peor que la nuestra, que es la mejor del mundo?
Es que no se enteran. Y no dan ni una en el clavo, que es un
decir. En lugar de potenciar lo propio -como en Madeiras, donde la única vaca
que allá o allí existe o hay son las de Madeiras, una vaca más pequeña, pero de
carne sabrosísima, y ¡si lo sabré yo, por haberla comido en aquellos originales
pinchos!, y ello gracias al difunto Paco Díaz que me pagó una semana en aquella
isla con hotel, viaje y todo incluido, donde pude conocer y ver las vacas del
lugar. Es decir, vienen del norte los turistas y en lugar de ver nuestras vacas
ven las propias suyas, ¡es que no se enteran! ¡Dios mío!; pero ¿quiénes son esa
panda de ignorantes, que en lugar de defender lo propio o lo nuestro defiende lo
extraño? Pero, ¿qué podemos decir más y peor, que: matan la cabra mejor del
mundo según genética y morfología? ¿hasta cuándo habrá que soportar los
desaguisados de un cabildo que va contra corriente, que hace burradas, que en
lugar de multiplicar nuestras vacas -las que poseen todos los buenos ganaderos-
nos traen vacas del frío, vacas con leche mala, vacas que no son de aquí? Y
otra, ¿no vendrán con virus y parásitos, que dañen incluso a las nuestras? Y
ello con el gasto de traerlas desde tan lejos en barcos o aviones, en
contenedores o no sé cómo ni dónde, ¿qué negocio sucio se traen estos
malandrines -por no usar algo ofensivo, y que los machos de las cabras no tienen
culpa los igualen- con esa vacas? Y pensar, que engañados los hayan en el campo,
que pasen por aceptarlas, comprarlas y tenerlas, cuando a mí, si me regalaran
una, les diría sin más: “¡No, muchas
gracias!”
El Padre Báez, que en su infancia y juventud, nunca vio
en las cuevas y alpendres de mi padre, amarradas en el cercado o arando, sino la vaca propia del país, la
canela-rojiza, sin más. Nunca una blanca y negra. Y se llamaban: pajarita,
mariposa, canela, morena, moruna, clavellina maravilla, azucena, bragada,
etc.
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“... son unos
mentirosos...”
(salmo
15).
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