La cabra de los
campamentos...
... precisamente en Peñón Bermejo, más allá, por la
costa dirección a La Aldea, dejando atrás a ambos Gu-Guys, en torno a la hoguera
y cogidos por los hombros danzando cuales almas en pena, girando en torno al
fuego, con el estribillo de: “la cabra, la cabra, la puta de la cabra, la
madre que la parió, yo tenía una cabra que se llamaba Asunción...”, éste
y otros afines con letras irreproducibles por su contenido bastante obsceno y de
mal gusto, que bien por tenerlas dc compañeras (bajaban a aprovechar nuestros
desperdicios) y con las que nos encontrábamos en las marchas, o por ser la
canción de moda de aquellos tiempos finales del siglo XX, donde las cabras eran
motivo jocoso de canto, de entretenimiento y de farangueo juvenil.
Tiempos
aquellos en los que las cabras formaban parte hasta de nuestras alegrías y
festejos. ¡Qué distinto todo en tan poco tiempo, donde ni la canción citada, y
menos las cabras, que las dichas del lugar citado, nos las están matando!, sin
que seprona alguna se le encare al cabildo con ley en mano de maltrato a un
animal que el único delito que cometen es permanecer dónde siempre han estado, y
que gracias a ellas, tenemos la biodiversidad existente y que desaparecerá al
tiempo que ellas mismas desaparezcan dado que son las que favorecen la fauna, y
sin ellas, ni cabras, ni endemismos. Con las cabras, endemismos y cabras, como
siempre existieron. Y esto es ciencia universitaria (confróntese a tal fin lo
investigado y dicho por la Universidad de La Laguna, que la nuestra al respecto,
ni un solo balido, ¡perdón, ni una sola palabra!).
El Padre Báez, hoy un poco melancólico y romántico,
recordando aquellas noches y aquellos años, en los que las cabras, eran objeto
de diversión y alegría sana, además de un respeto sagrado por sus vidas.
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“... morirán en
el monte...”
(Dt 32, 48-52; 34,
1-12).
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