“El
Tabaibal del Padre Báez”
(J. S.)...
“... ¿quedan grano en el granero? Viñas,
higueras, granados y olivos no producen...” (Ageo 2, 10-23).
... ¡bueno!; mío (de un servidor), ¡y de todos!
Cambiemos de tercio: Los obstáculos para recuperarnos, los ponen las
autoridades (normativa); estamos hundidos, y esto lo podemos superar si no nos
limitan. Hay probabilidades de crecer;
pues tenemos una economía subyacente que podemos desarrollar, eso si llegamos a
tiempo, dado el envejecimiento de la población y la emigración de la juventud
que busca trabajo fuera, porque dentro no se lo dan (¡y tenemos!).
Quien esto
escribe, cumplió el 11 de agosto pasado 68 años, en cuya edad ya no se trabaja,
y esto -la edad- sube. Estamos -pues- envejecidos, y envejeciendo. Se contrae
la edad de producir o trabajar, y aumentan las jubilaciones (¿alegrías de
júbilo, jubilarse?). ¿Pagarán? , ¿los problemas de la salud (derivados de la
edad)?, ¿pensiones?, ¿pagarán? ¿Qué sucederá?, ¡ya lo veremos con el tiempo!
Recursos naturales tenemos, pero..., ¿nos dejarán producir? Lo cierto y verdad
es: que la tecnología, y los avances, no se comen, siempre saldrá la comida de
la tierra, su cultivo y su hermana la ganadería; de lo contrario, estaremos
(¡estarán!) perdidos. Ya que, hay que distribuir, y la política se muestra cada
vez más insegura y débil. Por tanto, es urgente volver a producir, para poder
crecer económicamente; debemos salir ya del estancamiento en el que nos
encontramos. Los bancos, comienzan a cosechar fracasos, e irán a más. Los
gobiernos serán auténticos fracasos (ya comenzamos a verlos). Los precios,
seguirán subiendo. Seguirá el desempleo. ¿Prosperidad? Y..., ¡tenemos fuentes
de donde crecer! Aunque no faltará la competencia (¡miren al vecino!). Debe
desaparece la desigualdad. Tenemos desequilibrios evidentes. ¡Y si al menos el
gobierno fuera efectivo!, pero..., tenemos fracaso social, también fracaso
ético (de principios y valores). ¡Que se puede volver al pleno empleo!, y así
renovarnos. Actualmente, no tenemos beneficios; tenemos deudas. No se invierte.
¿Qué empresas tenemos? Seguimos en recesión. No hay que construir más
viviendas, como algunos apuntan. Desde ellas, se predijo la crisis que se
avecinaba (había que estar ciego, para no verla venir). Importamos, importamos,
importamos..., ¿y ahorramos? Sale el capital. Subsidiamos industrias extrañas.
Se demanda, más que lo que ingresamos. Nada exportamos. El sector
empresarial..., ¿dónde? Si produjéramos (y tenemos donde y qué producir),
tendríamos empleo pleno; así fue antes de la crisis, en todas las familias (u
hogares). Nada se mueve. No competimos. Sin cambio político, imposible haya
mejoras. Esto, está sin control, sin equilibrio, sin estabilidad...
El Padre Báez.
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210. La educación ambiental ha ido ampliando sus objetivos. Si al
comienzo estaba muy centrada en la información científica y en la
concientización y prevención de riesgos ambientales, ahora tiende a incluir una
crítica de los «mitos» de la modernidad basados en la razón instrumental
(individualismo, progreso indefinido, competencia, consumismo, mercado sin
reglas) y también a recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico:
el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los
seres vivos, el espiritual con Dios. La educación ambiental debería disponernos
a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su
sentido más hondo. Por otra parte, hay educadores capaces de replantear los
itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que ayuden
efectivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado
basado en la compasión. 211. Sin embargo, esta educación, llamada a crear una «ciudadanía ecológica», a veces se limita a informar y no logra desarrollar hábitos. La existencia de leyes y normas no es suficiente a largo plazo para limitar los malos comportamientos, aun cuando exista un control efectivo. Para que la norma jurídica produzca efectos importantes y duraderos, es necesario que la mayor parte de los miembros de la sociedad la haya aceptado a partir de motivaciones adecuadas, y que reaccione desde una transformación personal. Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico. Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente. Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarlas hasta conformar un estilo de vida. La educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias. Todo esto es parte de una generosa y digna creatividad, que muestra lo mejor del ser humano. El hecho de reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente, a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia dignidad. (del obispo de Roma, el papa Francisco, en una de sus encíclicas, la LAUDATO SI).
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