¿Dejará el Padre Báez, algún día de hablar sobre las
tabaibas?...
“... el pastor debe saber guardar silencio con
discreción y hablar cuando es útil, de tal modo que nunca diga lo que se debe
callar ni deje de decir aquello que hay
que manifestar...” (de la Regla pastoral de san Gregorio Magno,
papa).
... no, mientras sean lo único que produzcamos o cuando
dejen de estar protegidas. Ellas, nos
pusieron en la crisis. Cambiaron nuestro pensamiento a su favor y defensa; con
ellas, hemos quedado sin economía, sin finanzas y metidos en europa. No son
respuestas a nada. Sobran. Esto, debe (tiene que) cambiar. Nos devoró la
macroeconomía mundial, y surgieron los desequilibrios. Otros eran los que se
expandían y crecían a nuestra costa y reducción. Nos quedamos sin activos, en el
mercado libre o libre mercado. No tenemos reemplazo. ¿Cómo resistir a tanta
normativa? Nos integramos, y desde entonces, nuestra debilidad.
¡Se abrieron
todas las fronteras, que han cerrado nuestra economía y producción! Si hablamos
de fondos, es justo donde estamos (sin fondos). Y lo malo es, que no tenemos
alternativa alguna. Padecemos un exceso de ofertas, a las que somos muy adictos.
Dependemos. ¿Para cuándo la ruptura con europa, para ser libres? Mientras
sigamos en ella: ni economía, ni protección. La globalización, ha sido nuestro
fracaso. Abiertos a europa, nos cerramos a la competencia, regresamos, sin
futro. El mercado, ha de ser doméstico; solo así, seríamos fuertes, y faltarían
manos de obra (trabajo de sobra, o empleo). Creceríamos. Tendríamos industria.
Exportaríamos. Pero, nos frena la vigilancia, el control. El fracaso lo causan
los políticos. Y, sin embargo, son aplaudidos. Falta intelectualidad. ¿Qué
ciencia recompone nuestra economía?, ¿hay alguna? Es una vergüenza el desprecio
universitario al respecto, sumado al de los medios aduladores y comprados.
Contribuyen así a nuestro sonado fracaso. No se equivocan, porque no opinan;
tampoco, ayudan. Piden les ayuden (por eso callan). Los bancos, por sus partes,
nos agravan la situación. ¿Qué expectativas podemos tener? Los bancos, por
encima del poder, la autoridad, la gobernanza. Funcionaríamos muy bien con la
microeconomía, sin más. Nos faltan diseñadores de política, nos sobran chan
chaflanes. Nos falta liquidez. Lo nuestro es de gran depresión. Sobran políticos
faltos de sano juicio. Nadie nos supervisa. ¡Es parte del problema! Imposible la
estabilidad. Sin objetivos y sin empleo posible. Faltan gestores. Falta sector
privado...
El Padre Báez.
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194. Para que
surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo
global»[136], lo cual implica reflexionar responsablemente «sobre el
sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y
distorsiones»[137]. No basta
conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta
financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema
los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se
trata de redefinir el progreso. Un
desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de
vida integralmente superior no puede considerarse progreso. Por otra
parte, muchas veces la calidad real de la vida de las personas disminuye –por el
deterioro del ambiente, la baja calidad de los mismos productos alimenticios o
el agotamiento de algunos recursos– en el contexto de un crecimiento de la
economía. En este marco, el discurso del crecimiento sostenible suele
convertirse en un recurso diversivo y exculpatorio que absorbe valores del
discurso ecologista dentro de la lógica de las finanzas y de la tecnocracia, y
la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele reducirse a una
serie de acciones de marketing e imagen.
195. El principio de maximización de la ganancia, que
tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la
economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de los
recursos futuros o de la salud del ambiente; si la tala de un bosque aumenta la
producción, nadie mide en ese cálculo
la pérdida que implica desertificar un territorio, dañar la biodiversidad
o aumentar la contaminación. Es decir, las empresas obtienen ganancias
calculando y pagando una parte ínfima de los costos. Sólo podría considerarse
ético un comportamiento en el cual «los costes económicos y sociales que se
derivan del uso de los recursos ambientales comunes se reconozcan de manera
transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician, y no
por otros o por las futuras generaciones»[138].La racionalidad instrumental, que sólo aporta un
análisis estático de la realidad en función de necesidades actuales, está
presente tanto cuando quien asigna los recursos es el mercado como cuando lo
hace un Estado planificador. (del obispo de Roma, el papa
Francisco, en una de sus encíclicas, la LAUDATO
SI).
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