El
Padre Báez, ¿odia a las tabaibas?...
“... mano a la hoz...” (Joel 3, 12-21).
... ¡qué va! Las amo con todas mis fuerzas (las que
emplearía en arrancarlas, si no me multaran por ello). Respondida la pregunta,
¡vamos al grano (no al de agricultura alguna, que no existe [salvo residual y
testimonial])! ¿Es sensato solo confiar en las tabaibas? Hay argumentos en
contra, muy serios y graves: No son de efectividad alguna, de efectividad cero;
y ello a pesar de su expansión cuantitativa, solo han traído el consumo de toda
la tierra, la misma que no se recupera.
Así, no se puede crecer. Así, no nos
vamos a recuperar de la crisis. Nada producimos. Su impacto es total,
globalizador (insularmente hablando). Nadie duda de una política interesada en
ello, en ellas, a pesar de no generar sino decrecimiento para la masa o el
pueblo. Pues, nadie las demanda. Su impacto es total y masivo (también
excluyente). Son instrumentos de desgracias sin cuento, sin fin. No cabe alternativa
posible. Su tipo de interés es cero. Solo nos proporcionan riesgos. Los
políticos nos tienen como zombies, drogados con el fútbol, para que no veamos la
triste y pésima realidad. Nos distorsionan. Son antieconómicas. Son el fruto de
la irresponsabilidad política. Son agresivas. Las producimos cual si de una
reserva mundial se tratase, pero nos desestabilizan, todo lo tenemos que
importar, y son un riesgo seguro de inestabilidad. Y, ni cambian, ni las
controlan, solo las defienden, amparan y protegen. Y no ya inflados, sino
superinflados o hiperinflados de ellas. ¿No es esto absurdo y ridículo? Se
multiplican sin parar, ¡y las dejan! ¿A quién las ofertamos que las quieran?
Tenemos reservas, para el mundo entero y más. Pero, ¿quién nos las compra?, ¿a
quién se las vendemos?, ¿para qué las queremos? Y, pensar, se las pueden
esterilizar, pero..., ¡ni te atrevas! ¿Qué interés le siguen con ellas a la
clase política que tanto las defiende y no así el resto de la población y
sobretodo el campesinado a los que les ha robado sus tierras? ¡Si al menos calentaran
nuestra economía!, pero..., ¿no estamos hiperinflados de ellas?, ¿es o no son
histeria política, demente y esquizofrénica? La política debe cambiar. Esperemos
(sin virtud teologal de por medio) confiados en que tarde o más temprano lo
hagan. No hay una sola objeción a su favor; ¡todas en contra! ¿Por qué se las
defienden si nada produce, sino leche mala y ruin, envenenadora e inútil? Gracias
a ellas, vivimos en austeridad (pero sin mérito espiritual, al proceder desde
la indiferencia religiosa). ¿Por qué no se discute sobre su papel en la
sociedad, economía, fiscalidad, etc.?, ¿qué razones hay para su multiplicación
de cara a un futuro inmediato?; ¿acaso son incapaces políticamente de actuar
quienes ostentan el poder?, ¿qué prestación prestan?, ¿por qué no se las reducen en su producción (¡que nada producen!)?,
¿qué potencialidad tienen desconocida?, ¿por qué a su favor? Nuestra economía,
no funciona (por ellas). Nos reducen y recesionan. Mantienen de vacaciones (en
paro) sin fin a nuestros trabajadores (en potencia). Nuestra capacidad de
producción se hundió con ellas. La gente, en lugar de trabajar, ven fútbol...
El Padre Báez.
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206. Un cambio en los estilos de
vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder
político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de
consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven
efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a
considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que,
cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se
ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad
social de los consumidores. «Comprar es siempre un acto moral, y no sólo
económico»[146]. Por eso, hoy «el tema del deterioro
ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros»[147].
207. La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de
autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una
conciencia universal que lo haga posible. Por eso me atrevo a proponer
nuevamente aquel precioso desafío: «Como nunca antes en la historia, el destino
común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un
tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida;
por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la
lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida»[148]. (del obispo
de Roma, el papa Francisco, en una de sus encíclicas, la LAUDATO SI).
NOTA
ACLARATORIA:
En la ordenación
sacerdotal de Nicanor y Adrián (el sábado día 10-10.15), el hermano sacerdote
Miguel R. Hernández Suárez, destinado en Lanzarote (oriundo de Mogán y párroco
que fuera de san Fernando de Maspalomas, entre otras), me pidió, me ocupara
también de las tabaibas de dicha isla. Al respecto he de decir, que mis
comentarios sobre el tema, al 100 %, alcanzan a las ocho islas canarias y sus
islotes; que si me centro en las de Gran Canaria, es con esa extensión total al
archipiélago, que sufre el mismo embate que nos arruina. De hecho, con relativa
frecuencia, cuando me refiero a esta isla, o a la isla sin más, suelo añadir
entre paréntesis “e islas”. Que si
bien ésta (las tabaibas), es nuestra mayor desgracia, la de españa, lean lo que
sigue en rojo.
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Cuando media europa rechaza y prohíbe la
siembra o cultivo de transgénico, por cancerígeno, la ministra de agricultura
de españa, los defiende a capa y espada. ¡Éstas tenemos! Ciertamente, españa es
diferente (asesina y criminal).
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