Las tabaibas nos dan
descanso…
“… siéntate…” (del salmo
109).
“… alegrémonos y gocemos…”
(del cántico del Apocalipsis 19, 1-7).
“… mi refugio…” (del salmo
30).
“… que podamos descansar…”
(de la oración de las Completas del miércoles)
“… escondiste tu rostro…”
(del salmo 118)..
… o vacaciones indefinidas; comida, no. Las tabaibas
enferman la salud de la tierra (y la de los hombres). El campo está
hospitalizado, casi muerto: solo viven las tabaibas. Esto ya, no vuelve a ser lo
que fue (al menos que no cambie el rumbo y los navegantes de la política). No se
sueña otro destino, que no sea la muerte. ¿Acaso no fallece la agricultura y la
ganadería?
Con el sector primario activo, había vida: trabajo y comida. Hemos
dejado -forzados- el cultivo y el ganado, y esto nos ha metido en la pobreza,
con el paro consiguiente. Y somos, los más pobres. Los únicos que no tenemos
sector primario en el mundo. Y eso que tenemos un clima y una tierra
extraordinarios, ¡los mejores del mundo!, y no les sacamos ningún provecho o
partida, sino leche de tabaiba (que ni
se consume, ni sirve para industria alguna, ¡que ya pudiera!). La vegetación es
tan frondosa, que hasta en riscos es impresionante. Aquí, van a la par la
pobreza y la afición al fútbol (en el que nos han metido a la fuerza). El pueblo
se ha rendido, no ha resistido. El cabildo con su miedo y el sepro, se nos ha
echado encima, y nos aplasta. Es horroroso el maltrato que recibe -pasivo- el
mundo campesino, por parte del cabildo. El campesino, humilde, baja los ojos,
sin valor. El campesino está oprimido, sin libertad. Se arrodilla ante el
cabildo (miedo y sepro, sin más); ha perdido la dignidad. Ni se revoluciona, ni
hace guerra. Nos denigran. Las condiciones de vida se extreman. No hay
revolución alguna, ninguna. Y desde 1950
el clima es bélico. El campesino se calla a pesar de ser denigrado. El campesino
ni abre los ojos ni despierta. Persiguen al campesino e indirectamente lo
asesinan (se suicida). El campesino se ha quedado solo; vive un conflicto armado
(sepro y miedo). Se les prohíbe hasta levantar una pared si se les cae, tener
una cabra o plantar un saco de papas. Se endurecen las condiciones de vida.
Hambre y enfermedades hacen que abandonen el campo. La gente huye. No tiene
recursos (aunque sí suelo, pero le prohíben tocarlo: solo y todo para las
tabaibas). El control del campo es de continuo. El control es férreo. Siempre el
cabildo -con sus dos ojos (miedo y sepro) vigilando. En el campo ya no se tiene
nada, con las manos vacías. La vida comienza a no ser digna (algunos se la
quitan). Perdemos la memoria. Hay miedo. Hay suicidios. Cada vez somos más
pobres, no nos dejan trabajar en el campo…
El Padre Báez.
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Son, buenos deseos, que se
agradecen:
Padre Báez, que siga con fe
fuerte y con sus dotes de antitabaibero y abrir surcos para el jaramago, la
papa, la cebolla, el olivo y las pitas para volver a hacer cestas antiguas... A
ver cuándo nos vemos porque de no hacerlo tenemos que poner eso en pecados de
omisión (…) Padre Báez, gracias por todo lo que hace de bueno...
(Paco).
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