POPURRÍ 573:
En el Año de la Fe (197): Fe que no se transmite, no es auténtica.
Al habla el historiador (197):
Dado el interés y la extensión de esta charla-conferencia, que me fue solicitada, les ahorro hoy el ya clásico Popurrí, y no les añado las referencias a la “alegría”, ni el diario comentario sobre el campo:
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Actuación de los arqueólogos en los distintos yacimientos.
Buenas noches y gracias por la invitación a que les hable sobre nuestro Patrimonio. He elegido este tema que les presento, consciente de la importancia del asunto.
No voy a poner imágenes de lo que digo, para no mostrar vergüenzas de nadie al descubierto; y por respeto a los “arqueólogos”, callaré y no pondré ejemplos, que ustedes sabrán adivinar. Prefiero ustedes mismos descubran lo que digo, imaginando atrocidades en los yacimientos restaurados. No querría que mi visión pesimista o totalmente negativa al respecto, influyera en ustedes; por eso les pido –sin más- respeten mi opinión, y que ustedes por sí mismos, saquen sus propias conclusiones. De entrada creo –y afirmo- toda acción en un yacimiento, es perjudicial, dado que –tal como lo hacen- el yacimiento en cuestión parece después algo nuevo y distinto, que solo conserva una sombra de su estado anterior. Siempre es mejor dejarlo como está, que cambiarlo y deformarlo. De ello, hay tantos ejemplos, como yacimientos excavados, o adecentados. Piénsese, se les pone elementos y material que le son ajenos. Por otra parte, no profesionales, sino profanos y aficionados, hacen verdaderos disparates, que además son aplaudidos y bien pagados. Debe ser cierto, lo del refrán: “en el país de los ciegos, el tuerto es rey”. Es decir, nada ya es igual, después de una intervención, donde ya parece la firma y obra de alguien distinto a los verdaderos o primeros autores. Mi grito, por tanto es: “¡que no los toquen!”, por favor. Pero para nuestra desgracia, de vez en cuando nos dicen los MCS, que van a excavar o a trabajar en este o en aquel otro yacimiento, y siempre me echo a temblar. Sin embargo, cada vez más, encargan la limpieza y adecentamiento de distintos yacimientos donde priva, no la fidelidad al pasado, sino: el centro de interpretación, el área de aparcamiento, el restaurante, etc. a costa del yacimiento, que queda en segundo lugar, o es un pretexto para otros fines. Pero, a nadie extrañe esta mi opinión o visión del tema, que por otra parte, he escrito centenares de comentarios sobre el tema, y produje documentales semanales durante dos años en una televisión local, mostrando cuanto aquí ahora digo en apretado resumen. Conste, me han pedido imágenes, y prefiero no ponerlas, para no herir ni sacar los colores a nadie, y mantener en esta denuncia a anónimos destrozadores de lo nuestro, y saquen ustedes las conclusiones que quieran. Triste legado le estamos dejando a la posteridad, si lo tocamos todo de forma profana y sin escrúpulos por la exactitud y autenticidad de los yacimientos, cambiándolos todos con aspectos distintos y extraños a los originales, y tras oscuros negocios, como los de introducir elementos que no pertenecen a los mismos, y no hay para ello ninguna justificación, salvo la de ayudar a cambio de lo que fuera, al que vende ese producto, por razones ocultas y oscuras. Todo esto dicho, presuntamente. Prefiero un cuadro viejo sin restaurar, que una vez restaurado sea una mamarrachada irreconocible. Desconfío de la profesionalidad de los restauradores, excavadores o como se les quiera llamar; me llama la atención el asociacionismo, y el respeto sagrado de unos para con otros, frente a las aberraciones del primero; no se critican ni corrigen por más que adefesios hagan. ¡Y así, cuántas piedras sobrando de dichas actuaciones! ¡Cuántas casas mancas al cortarles un brazo de la cruz! ¡Cuántas formas nuevas y distintas a las originales en yacimientos que cambian de forma! Pero todo esto, viene de atrás; nunca se respetó los yacimientos, que fueron pasto de los mayores atropellos; lo mismo se pasaba una carretera por medio de ellos, que se hacían acequias y tuberías; otras veces cercados o fincas para la agricultura, y no hay un solo yacimiento, que no haya sido usado por y para el ganado, estando presente el estiércol en la mayoría de ellos todavía. Centros de enseñanzas y casas se han hecho encima de yacimientos de primer orden e importancia, sin importar nada la desaparición de los mismos, o dejarlos diezmados. Práctica ésta, que se sigue, con tal de ganar unos dineros a costa de estropear lo que debiera no ser ni tocado y protegido -como la tabaiba-. Y así, empresas y equipos hay, que me dan miedo, por el daño que hacen al patrimonio, so pretexto de realizar ciertos trabajos en los yacimientos. Que venidos de expoliadores, hoy se siguen expoliando, y ahora de manos de “profesionales”. Pensar y decir, cómo distintos yacimientos, han sido usados como vertederos, y actualmente -pienso- se les sigue tratando como si de tales fuera, por más escobillas o pinceles usen. Por tanto, excavar y restaurar, para un servidor es estropear y cambiar lo que había. Por supuesto, estoy de acuerdo con la restauración, que pone y deja el yacimiento como estaba; no con la que lo cambia y deforma. Lo primero es posible, si en un derrumbe, numero y quito las piedras, siendo las más visibles las últimas en caer, y por tanto, retiradas, llegar a las primeras que cayeron y volverlas a su sitio, es posible; pero de no hacerse así, mejor no hacer nada. Lo mejor que se puede hacer, es mantener lo que se tiene como está. Las restauraciones y las excavaciones, no son la solución. Esto, debe y tiene que cambiar, que parar. En todo caso, hay que revisar este método y forma de trabajo, que deforma y rompe, pierde y equivoca lo que nos dejaron nuestros antepasados y que como legado, debe preservarse, sin cambiarlo o desfigurarlo. Solo hay que cuidar lo que hemos recibido, sin darle nuevas y desconocidas formas. En esto de la arqueología la fidelidad ha de ser total al original. Tenemos casos como el de X...., donde tres campesinos pedreros, restauran un complejo dificilísimo, dejando estructuras en cimientos que contrastan con lo excavado y restaurado; o para evitar la caída de unas piedras en Temisa, se cargan y destrozan cuevas y más cuevas, que contienen nuestra Historia, y es un par de ejemplos que claman al cielo, ¡a Acorán! Sencillamente, no veo la competencia necesaria, y ante ésta, ¡todo quieto! Se ha caído en la simplicidad e incompetencia. Falta rigor. Por lo ordinario, al frente del patrimonio, hay personas, que no tienen ni idea al ser de profesiones antagónicas, o sin ésta (alguna), por ser simples patanes o legos en la materia. Por lo general, falta formación. Propongo una des-excavación, y volver los yacimientos al estado en el que estaban (ya difícil e imposible, pero es lo que habría que hacer: como quitar la pintura a una talla “restaurada”) Lo malo y peor es, que hay profesionales de restauración y excavación de yacimientos, que consiguen todo lo contrario. Ya me gustaría saber la formación y titulación académica o universitaria que tienen los que se dedican a excavar y renovar los yacimientos (no me vale la experiencia, y menos cuando ésta ha sido para estropear y romper yacimientos, donde han ensayado y han “aprendido”, justo lo que no deben hacer). Y es que estoy convencido, que estos restauradores -o como se les quiera llamar- que cualquier actuación en los yacimientos arqueológicos u otras manifestaciones del patrimonio, deben saber, que no se cuenta con personas formadas y preparadas, y que por ello mismo, ponen en peligro a los yacimientos que tratan o de los que se ocupan. Tenemos el caso de los centros de interpretación, que sobran -como el del Bentayga, pues si se tiene delante el yacimiento, sobran esos mastodónticos edificios que son un sin sentido y un pretexto para un negocio que nunca funciona (cerrados), sino para el constructor, con lo que se sabe la verdadera intención, que solo degrada y estropea el yacimiento al que le sobran otras construcciones a su costa o lado. Y falta solo la simple valla que impida el acceso al mismo. A tal fin –y providencialmente- recibo un correo electrónico que me dice:
“Los que suben al yacimiento de Tauro, no tienen sensibilidad con dicho yacimiento. Han puesto una pequeña torreta sobre el túmulo; pusieron otra más grande en la parte de la construcción del yacimiento que da al norte, cogiendo piedras de su base y cogen piedras del yacimiento para usarlas de asientos. Creen que la montaña de Tauro es solo para mirar vistas panorámicas. ¿Cómo no indican que en dicha montaña se encuentra un gran yacimiento? (de Miguel Macías Melián, recibido el 16/04/2013 a las 5,52 horas).
Es, un ejemplo al que puedo sumar el de “el hombre de Guayadeque”, al que no le cabe una raya más con mensajes, abreviaturas, fechas de la visita, autores con nombres y apellidos, iniciales, teléfono, dirección, profesión, mensajes, etc., sin que una valla o cerca impida el tocar y depredar el yacimiento (¡ni multa alguna haya recibido quien deja hasta el número de su teléfono en la piedra junto y encima del yacimiento). Para esto ni un céntimo –que los destrozan desarmados y terroristas del arte- pero para los que destrozan desde empresas y arqueólogos, muchos miles y millones de euros. Existen en esta isla desgraciadamente, distintas escuelas o estilos y entre ellos están peleados con odio de muerte, y no se atreven a criticar nada de lo que hagan sus enemigos o contrarios, para evitar enfrentamientos, y porque a la par, cada uno hace tropelías semejantes. El cabildo trata de contentar a unos y a otros, callando así al gremio, que se reparten el pastel. Este mismo día 16 del presente, en mi programa de Radio “¡Buenos días, Padre!” (Radio Aventura. Siglo 21 [FM 107.8]) comentando sobre el tema, esto fue lo que me dijo Don Juan Miguel Figueroa:
“... en el pasado, un guardia civil, a martillazos, iba rompiendo todo lo que dejaron los guanches. Y añadió: los tractores siguen ahora arrasando con cuevas y otros yacimientos (en Guayedra un tractor del cabildo, cargó piedras de una de las casas del poblado, para parar la terrera que producía, al echar la tierra de las cunetas, por las laderas u orillas de la carretera), en caso de aparecer vestigios de los guanches -los dichos tractores-, se lo llevan todo por delante, en las distintas obras. Ahí están las 107 momias, salvadas del destrozo por manifestantes y opositores -como él mismo estuviera entonces-, y después de décadas siguen sin centro de interpretación y en naves abiertas para que el que quiera se lleven huesos, piedras, cerámicas, etc., el patrimonio, ¡de risa!. Aparece un huecesito en Europa y lo protegen, lo estudian, lo cercan..., aquí no interesa. No se da Historia canaria en los Colegios. Y no multan al que destroza un yacimiento, sino al que toque una tabaiba. Tenemos a turistas, que se llevan lo que quieren, que expolian y destrozan (turistas y de aquí)...”
¿Y qué decir de ese gremialismo y posesionismo donde esto es mío, y te voy a denunciar por entrar, pasar, ver, fotografiar, etc. por parte de algunos arqueólogos que se consideran dueños y señores del patrimonio, muy celosos con una minucia y totalmente descuidados de lo general y total? ¡De pena, usted, de pena! Por otra parte decir que ciertamente, hay actos de vandalismo, pero no es menos vandalismo el que practican profesionales, cuando no respetan la fidelidad del yacimiento, y lo cambian deformándolo, e introduciendo elementos que no son propios del mismo; donde restaurar, comienza a ser sinónimo de destrozar. Sorprende también y mucho, que tanta profesionalidad solo sirva para decir: “¡no sabemos por qué o para qué!” y no ya en la traducción de los grabados, sino en edificios funerarios, torretas o pintaderas. Si no saben, que dejen todo como está. Sorprende también, que la cartelera al respecto, a las puertas de un yacimiento cualquiera se ocupe más y mejor de los lagartos y pajaritos del lugar, de la flora y geología antes que del mismo yacimiento, al que casi ignoran (ejemplo en la necrópolis de Arteara, y otros yacimientos). Parece la arqueología es un pretexto para otras informaciones, como desviando la atención. Digo y repito –es mi parecer- a los yacimientos les sobran centros de interpretación, otros centros y tiendas; se bastan por sí mismos, sin más. Todo añadido, va en su contra. Tampoco entiendo el patrimonio arqueológico sea privado. Dicen faltan recursos para la arqueología, y pienso, que providencialmente es mejor; todavía mucho mejor, que entierren los yacimientos, para conservarlos mejor así. Historia y arqueología, van de la mano, y sin embargo vivimos un serio y grave divorcio: una va sola y por su lado, sin escuchar a la otra. Por lo general es poca o escasa la atención por nuestro patrimonio. Afortunadamente, se guarda escondido sin excavar, distintos yacimientos de gran o alto valor. Si descubiertos o destapados, habría que volver a cubrirlos, taparlos; mejor, no se excave, por lo menos así están protegidos. Y ello, porque para ser arqueólogo, se necesita una gran cantidad de conocimientos, que muchos de los llamados “arqueólogos” no tienen, y así el deterioro del patrimonio arqueológico guanche o canario, corre un grave riesgo de ir a peor, y debemos pasarlo al futuro. Cada excavación, para un servidor es una alarma que se me enciende, por esos trabajos en los que amplían, restan, ponen, quitan, cambian, deforman, y es como un hundimiento del patrimonio, y en ello tenemos yacimientos de valores incalculables. Un yacimiento hay, que fue excavado y restaurado por un joven aficionado, que para salir no sé de qué vicios o droga, se dedicó a visitar yacimientos y a interpretarlos cual si arqueólogo fuera, sin pasar por universidad alguna, y conseguido una buena cantidad de millones se dedicó a restaurarlo y lo dejó, que da pena: se lo cargó. Habría que destrozar lo que hizo y restaurar desde los cimientos que siguen visibles cruzándose con lo que hizo. A modo y semejanza de este ejemplo, todo lo demás en un más o menos parecido. Por eso, por favor, que ni los toquen, los dejen como están; tapen lo que se pueda tapar, cérquenlos con una valla, impidan se acerquen profanadores y mantengamos como lo mas preciado cual si sagrado fuera cuanto de los guanches hemos recibido, ya que tenemos el mayor y más rico patrimonio mundial, pertenecientes a unos hombres y mujeres de los que se dijo en su día: “... irán al mundo entero, y no encontrarán a gente de más lindo entendimiento...” (Le Canarien. 1402). Mucho de lo que vemos restaurado, en nada se parece a lo que hizo gente que hacían autenticas obras de arte, pues se las deforman, parten, rompen, añaden, quitan, etc., y los hacen irreconocibles y deformes. Así, no salieron de las manos de sus primeros constructores, que eran unos perfeccionistas, y no unos chapuceros. Y para colmo, los pobres arqueólogos no son libres, y actúan a merced de los políticos de turno, que los utilizan, y se prestan a sus juegos de inaugurar y reinaugurar una y otra vez, o no dependiendo de quién hizo la anterior excavación. Hay que conservar, sin estropear el patrimonio arqueológico e histórico. Nos lo han legado, y debemos pasarlo a las generaciones por venir sin depredar más en ellos, y sin especular en los mismos. Hay que proteger el patrimonio en su pureza, sin desvirtuarlo. No se debe especular, ni lucrarse nadie a costa del patrimonio. No se debe alterar ni deteriorar el patrimonio. Lo que hemos recibido, debemos pasarlo a nuestros descendientes como historia, sin ser mancillado, o transformado. Para cada intervención arqueológica haría falta un comité que controle, vigile y tenga autoridad para frenar, quitar, poner, dejar, etc., respetando al máximo el yacimiento, y no actuar libremente como si fuera mi finca, y hago lo que me da la gana. Un comité de experto, donde no falte el historiador, entre otros. Personalmente, viendo lo que se hace en los yacimientos digo y afirmo: falta capacitación y sobra atrevimiento. Una foto del antes, y otra del después de un yacimiento en el que se ha actuado, nos muestra realidades: distintas, distantes y disparates (los tres “dis” o “des”).
¡Gracias de nuevo, por asistir y escucharme; pero gracias sobretodo a los organizadores, y al partido político que lo apoya. Agradezco también la presencia de tantos profesionales de la arqueología y patrimonio, y a todos en general: gracias!
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El Padre Báez.
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