Poder tabaibero…
“… vivir en libertad…
manteneos firmes… no os sometáis…” (de san Pablo a los Gálatas 4,
31b-5.6).
“… que mi grito llegue
hasta…” (del salmo 101).
“… se aprovechan de mí…” (del
profeta Zacarías 1, 1- 2,4).
“… los gallos, en guardia
labradora… convoca brazo…” (del himno de Laudes del martes
IV).
“… hoy estamos humillados…”
(del Cántico de Daniel 3, 26-29. 34-41).
“… nos señalaste un trozo de
la viña
y nos dijiste: venid y
trabajad.
Nos mostraste una mesa
vacía
y nos dijiste: llenadla de pan…” (del himno de la Hora
intermedia del martes IV).
“… soy como un inválido…
encerrado, no puedo salir, y los ojos se me llenan de pesar…” (del salmo
87).
“… uno tiene de qué vivir y…”
(de la primera carta de san Juan 3, 17-18).
“… la lluvia… después de empapar la tierra…, de fecundarla y
hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come…” (del
profeta Isaías 55, 10-11).
… otro recurso no se extrae de esta tierra (o isla), y
de la tabaiba menos o nada tampoco. Así nos luce el pelo (paro, hambre,
inseguridad, etc.). Ya, ni tierra para cultivar, y menos para el ganado; todo ha
sido entregado a la sola y poderosísima tabaiba. La tabaiba supone el exterminio
de toda otra riqueza verde o botánica, al tiempo que desplaza y echa del campo
al campesino. Y todo esto lo hace muy bien el cabildo en una campaña para
destruir tradición, pasado, riqueza, y ¡fuera ganados y cultivos!, solo tabaibas
que dan más leche. Se trata y es, el exterminio del campesino, por medio de la
tabaiba, sin más, y sencillamente, y en ello la contribución ineludible del
miedo ambiente con el seprona unidos en tal fin o tarea: ¡palos de muerte al
campesino (menos al que se suicida, que se los da él a sí mismo)! No hay otra
solución. Muerte al campo y al campesinado. La isla era un paraíso: había
trabajo y comida; ahora… paro y hambre y solo tabaibas, que sí, dan leche, pero
a ver quién se la toma. Ganaderos y agricultores, han desaparecido (queda un
resto insignificante y de gente ya mayores, pero inactivos por miedo y por la
edad). Y pensar, éramos autosuficientes; y hemos venido a depender del mundo,
cuando nosotros alimentábamos al mudo. ¡Adiós al pasado rico en tradiciones y
sabiduría! Desaparece la canariedad, por más que en las fiestas se vistan de
gente del campo (algo que choca mucho: no hay campo, y nos disfrazamos de
campesinos). Dos grupos armados, acusan al campesino de serlo y de ejercer lo
único que sabe hacer: atender la tierra y a los animales. El cabildo se ha ido
“adueñando” de la isla y ha ido echando del campo al campesino, que si se
resiste y queda, queda encerrado en su casa o cueva, pero sin posibilidad de
plantar un surco de nada, salvo multa por ello. Se está eliminando al campesino
del campo, de mano del cabildo por medio de sus dos brazos represores (sepro y
miedo). El cabildo ha abierto el camino de la dependencia total, al cien por
cien. El campo y el campesino, han sido marginados, todo lleno de tabaibas sin
más, y a más. Se desertiza la isla. La desertización empuja al hombre del campo a salir del mismo.
El campesino se desplaza fuera de su medio, ya que lo obligan a abandonarlo por
las múltiples pegas, leyes, normas, etc., que les imponen. De esta forma, el
cabildo se posesiona de toda la tierra dejada por sus legítimos y verdaderos
dueños, a los que se les prohíbe el cultivo y la guarda y cuidado de los
animales, ante la fuerza y el poder (“podemos”) -dice el cabildo-, del
cabildo que echa al campesino, y se queda con la tierra (para plantarla de
pinos, porque las tabaibas caminan ellas solas)…
El Padre Báez.
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En apoyo a la idea de Isidro:
¡Esa idea sí que es
genial!
(J. R. B.
C.).
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