POPURRÍ 622:
En el Año de la Fe (246): Sin Fe,
¡ya estás perdido! Encuéntrate.
Al habla el historiador (246):
El cabildo:
turismo-turismo-turismo...
... un servidor:
campo-campo-campo...
El cabildo: ley renovación
turística...
... un servidor: quiten esas
leyes ridículas de protección del campo...
El cabildo: que si cuatro o cinco
estrellas en más hoteles (sin turistas)...
... un servidor: en el campo, de
noche, millones de estrellas...
El cabildo: le pone puertas al
campo...
... un servidor: le quite las
puertas al campo (desaparezca el miedoambiente y el seprona [también hay que
quitar el cabildo])...
El cabildo: le pone tierra al
turismo (más camas [más hoteles])...
... un servidor: la tierra, para
plantar papas, millo, cebollas, etc...
El cabildo: quiere más turismo,
más hoteles (bis)...
... un servidor: más agricultura,
más ganadería...
El cabildo: discute leyes
turísticas...
... un servidor: ¡que discuta
leyes del sector primario! (bis)...
El cabildo: el futuro es el
turismo...
... un servidor: el futuro es el
sector primario...
El cabildo: indiferencia y
ninguneo sobre agricultura y ganadería...
... grandes países (y un servidor
también): la agricultura, es estratégica...
El cabildo: sin industria, al no
producir nada...
... para el mundo entero (y para
un servidor, por supuesto): la producción primario, materia para la
industria...
El cabildo: territorio sin
agricultura, territorio sin conservación...
... para el turismo: el cultivo y
la ganadería, preserva el paisaje...
El cabildo: desconexión
turismo-sector primario...
... para todos-todos: el sector
primario, es la base de la economía.
El cabildo: con cumbres
turísticas (con más tierra para el cemento)...
... cumbres de cultivos y ganados
(más tierras para el sector primario)...
El cabildo: peleándose y
comparándose con Tenerife...
... un servidor: hermanando y
aprendiendo de Tenerife...
El cabildo: no se entera perdemos
turismo...
... un servidor: perdemos –en
lugar de ganar- pastores, agricultores, pescadores...
El cabildo: no ha hecho nada por
la isla, la está hundiendo...
... los grantabaiberos, necesitan
comida, trabajo, sector primario (y no hoteles y turismo [el cabildo, no se
entera])...
El cabildo: cree el turismo nos
da de comer...
... de comer nos da el campo (los
turistas, no se comen).
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“... el clamor de nuestra alegría
desbordante..., en las festividades nuestra alegría...” (De los
comentarios de san Ambrosio, obispo, sobre los Salmos).
“... tus acciones, Señor, son mi alegría
(Salmo 91),
“... con los que ríen, estad
alegres...” (De la lectura breve de Laudes).
“... el justo se alegra con el
Señor...” (Salmo 63).
“... tus preceptos son mi herencia
perpetua. La alegría de mi corazón...” (Versillo y respuesta a la lectura breve
de Hora intermedia).
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Hombres del campo:
En este título, va implícita la mujer, pues
no está uno todavía por el “todos” y “todas”, sino por el neutro,
que los implica a los dos, y no entreteniéndome en esas “igualdades”, voy al
grano. El cultivo de la tierra y el atendimiento de los animales, siempre fue
de los dos sexos, a la par. Y así fue siempre, antes que el movimiento
feminista –que llegó tarde- empezó a no diferenciar. Que eran los años
cincuenta, del recién siglo pasado, cuando desde nuestros campos, comía medio
mundo (Estados Unidos, Japón, Holanda, Inglaterra, [por descontado
espakistania], etc.), cuando se comenzó la plantación de pinos y a derivar a
los agricultores a la construcción y al turismo, y ahí empezó la que ahora
tenemos y que nadie para, ni vuelve atrás. Los maestros que enseñaban eran los
mayores, en esa escuela llamada “universidad de la vida”, dependiendo de siglos
de experiencia y siendo portadores de tradiciones muy sabias y sensatas, las
mismas que nos han traído al presente con esa riqueza de flora y fauna, que
tanta protección ha hecho desaparecer, al quitar del medio a los agentes de la
reforestación, los agricultores y los mismos animales. Entonces no visitaban
los del miedoambiente y el seprona, y había frutos y comida de sobra. Pues, se
comenzó a alejar al hombre del campo, del campo, y los mandaban a los suburbios
de las ciudades o grandes poblaciones, que nacieron algunas con los solos
excampesinos, ahora reconvertidos en dependientes, y con largos puentes de viernes
a lunes, sin dar golpe, y comprando cuanto antes producían. Así, truncaron las
vidas de muchos que descubrieron otra droga (dejaron la del trabajo), y se
engancharon a ella, costando ruinas y muertes. Es decir, de tener agricultura y
ganadería, pasaron a no tener nada (el cabildo se había quedado con sus
tierras, para plantarlas de pinos, prohibiendo el pastoreo, y el plantar papas,
millo, trigo, etc.). Actualmente, no se puede volver a sus tierras robadas, y
vigiladas y controladas por los agentes multadores del cabildo, y ya no pueden
cultivar, ni para sobrevivir. El terreno en su inmensa mayoría es desierto
verde estéril. De ahí, que el hambre se enseñoree, como la tabaiba por toda la
isla. La prioridad (sector primario), pasó –y sigue- al turismo paupérrimo y
que a cuenta gotas nos va entrando sin dejarnos sino solo basura. Pronto la
isla se convirtió en un lugar sin materia prima, sin producción alguna. La
consecuencia es que reina la enfermedad en múltiples manifestaciones, física y
psicológicas; también, espirituales. Las escuelas se han cerrado; también las
tiendas, las alpendres, etc., todo está protegido (menos el campesino, que
desaparece con la complacencia del cabildo, que así se apodera de las tierras
que aún no han “comprado”). Ya alumnos (jóvenes que sigan a sus mayores), no
hay. En esta escuela, sobran los libros, pues no hace falta la teoría, sino que
va implícita en la práctica (un capitalino que vive en el campo -me contaba
esta tarde- por no saber amarrar en su justa medida la machorra, que criaba de
la cabra que le regaló el suegro, de la que comen el matrimonio y los dos hijos
pequeños, se le ahorcó, la encontró muerta). Va aprendiendo con el tiempo, ya
sabe hasta ordeñar). Ya el campo, se queda sin población, los lugareños, tienen
que marcharse, no se les permite hacer nada de nada, ni tocar nada, ni tener un
animal suelto, para que coma hierba que tiene hasta dos metros de altura según
zonas y sitios. Todo supervisado por el cabildo (seprona y miedoambiente), no
hay quien se atreva mover un pajullo. En el campo, nada se puede hacer ya; nada
te dejan hacer. Y ello, a pesar de las grandes necesidades, que no contemplan
las leyes, que no respetan Historia, tradición, usos, costumbres, etc. Pasamos
momentos más que difíciles, pues la tierra es necesaria para sobrevivir. Ya
nadie cultiva el campo, y no porque no quieran, sino porque no te dejan (salvo
cuantiosísimas y muy elevadas multas por auténticas pequeñeces, sin mal alguno
(cortar la rama de una de las de billones y billones de tabaibas que hay por
todas pares, y ello porque molestaba en un camino, te puede costar la broma de
6.000,00 euros [un millón de las antiguas pesetas]). El hombre del campo, tiene
su dignidad por los suelos, pisoteada por los citados tres (cabildo, miedoambiete
y seprona, que son uno). El campo, no se cultiva, y un animal, no se ve a la
redonda en la isla. Falta la comida, y no se la puede sacar de la tierra, que
es de donde único sale (en el mundo; menos, aquí). Aquí, hasta sin lluvia, la
tierra da sus cosechas. Ahora el cabildo pretende enseñar con libros y cursos
de 2 o 3 horas a faenas del campo, ¡pobre gente! Ningún esfuerzo se hace por
parte de la clase política para reflorecer el campo, sino que simple y
llanamente: lo ignoran. Se ha perdido la solidaridad, y en algunos hasta la fe,
como consecuencia de lo que creen un castigo divino (una niña de 12 años, me
dijo no creer ya más en Dios, porque Dios se llevó a su padre. A lo que le
contesté: No dices verdad; a tu padre, no se lo llevó Dios, sino que el cabildo,
medioambiente y el seprona, fueron los que lo mataron [se tiró a un estanque al
no poder hacer frente a la multa de 300.000,00
euros, y 6 meses de cárcel] por pretender plantar un saco de papas, cosa
que no llegó a hacer, teniendo los surcos y mangueras preparados, porque las
visitas, cartas, procesos, acoso, etc., lo amargaron y se quité de en medio,
dejando dos huerfanitas, la de 12 años citada y otra de 6, más su mujer, madre,
hermanos, etc.). Esto, se mire desde donde se mire, es una guerra contra el
campo. El hombre del campo, no es libre. ¿Cómo puede estar la mejor tierra del
mundo en lo mínimo? Repito: se ha dejado de cultivar; todo nos lo traen de
fuera (pudiéndose tener desde dentro o del interior). Ya se tarda demasiado
volver a la normalidad. No se rehabilita el campo (no hablamos de los de
fútbol, que estos sí corren con mejor suerte). No se abre el campo (que sigue
cerrado a cal y canto). No hay actividad propia alguna...
El Padre Báez.
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