Me dio, mucha pena:
Aunque a diario paso por el lugar, hasta hoy no me había percatado de lo que me desmoralizó, y me dio tristeza y muchísima pena. Les cuento: Yendo por la carretera antigua del Sur, dejando atrás Jinámar, se llega a una rotonda, donde una joven vende los ciegos, hay allí un cruce de carreteras que llevan a uno a Telde, a Caserones o a La Cruz de la Gallina, pues justo en ese lugar, había –ya no- un establecimiento o comercio, casa de aperos y de maquinaria agrícola, y lo que vi hoy –repito- fue, las cristaleras mostrando los salones o expositores totalmente vacíos. Es decir, otro que se cierra; pero se cierra uno que es muy especial.
Y en ello, el retrato de la situación actual. No me refiero a la crisis, paro, rescate, etc., sino que la pobre agricultura, se queda sin un lugar, a donde mi propio hermano compró en su día un tractor, y a mí alguien me dijo que allí podía adquirir una máquina trituradora de leña. Pero, es el caso, que cuando nadie se calza, porque van descalzos, sobran las zapaterías. En el asunto agrícola y ganadero, debía ser una ruina para el dueño, representante o delegado de distintas o una sola firma, que por falta de clientes, echa el cerrojazo. Y que esto mismo lo haga quienes se dediquen a otras mercancías o producto, no me parece bien, pero que lo haga alguien que sirve al sector primario, es más que grave, porque eso significa, el campo no adquiere ese producto o material, y se cierra y se va. Y no es que se tenga que echar mano de la vieja horqueta, la vieja asada, o el viejo arado, el caso es, que esto es lo que tenemos: que no tenemos agricultura, ni ganadería, y por más que es la única salida de la crisis, del paro y del hambre, que una casa dedicada a ayudar en las faenas del campo, con la técnica y avances, no es de pena, que es lo que me sucede, es de tragedia, porque esto nos lleva a volver al siglo XVIII, y por tanto a una época anterior a la mecanización e industrialización, cosa que ocurrió en el siglo XIX, se mantuvo hasta el XX, y en el XXI, desaparece, lo que siempre en el mundo se hizo, desde que el mundo es mundo: atender la tierra, y atender a los animales. Ahora, sin una y sin el otro, esta isla, convertida por obra y arte del cabildo en un pinar-tabaibal, o en un tabaibal-pinar, no queda sitio para que el ganado paste, ni para que nadie plante un saco de papas. Y, para este viaje, sobran las alforjas. Es decir, que al no tener agricultura, ni ganadería –salvo testimonial y residual- sobran los establecimientos o casas dedicadas a vender instrumentos que ayuden en las faenas del campo. Retrocedemos, y sin embargo, hay que volver –si los políticos lo permiten (piénsese, que en el ojo de mira de medio ambiente y el seprona, está todo aquel, que ose y se atreva tocar el campo, para ser sancionado, multado, encarcelado, si antes, como ya han hecho muchos, no se suicidan ante el acoso por el simple querer comer de la tierra, a la que irracionalmente y como medio de recaudar dinero fácil, castigan al que simplemente limpie un camino para poder andar por él, sin más, con artículos, y leyes absurdas, que hechas en oficinas, de espaldas y lejos del campo y sin gente del campo, tienen el campo como fuente de ingreso, al penar y castigar a todos por todo, sea lo que sea lo que haga en el mismo.
Y ante atropello semejante, este pueblo, al que se le ha inculcado el miedo, calla, y nadie –salvo un servidor- nadie (repito), habla de una manifestación que eche abajo actitudes tan cerriles, y propias de quienes pretenden este pueblo coma y viva de la agricultura y ganadería que otros desarrollan fuera de las islas, y que con los venenos consabidos, nos enferman, arruinan y matan.
Que tenemos la mejor tierra y el mejor clima del mundo, y nadie vive del campo, sino de otros campos.
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