Cortes en
la carretera:
Precisamente, bajando de la Cumbre, y dejando atrás Cueva Grande, la Montaña de la Rosa, la Casa de la Cal, Las Cuevas, El Mesón, La Lechuza, al llegar a la Montaña de la Estrella y por donde el Pozo de los Culatones, te encuentras, con sorpresa mayúscula, cómo desde las rayas blancas a ambos lados u orillas de la carretera, a más de un metro, metro y medio, dos y hasta más, están arrasando con cuanto árbol dador de comida siempre han existido –al margen de eucaliptos y cipreses (¡por mí como si no dejan ni uno de ellos!),
que lo que me preocupa, es que estén desapareciendo higueras, cirueleros, castañeros, nogales, parras, etc., que como se ve, son todos árboles frutales, pero y aunque no lo fueran, porque lo que quiero decir en este comentario es la incongruencia siguiente: te buscas la ruina y cárcel, según el número de retamas u otros arbustos basuras, te molesten para andar o/y plantar algo en lo tuyo, y por donde siempre se fue y vino –es decir un camino oculto por ramaje y por tanta basura de arbustos (cañalejas, pitas, beroles, tabaibas, escobones, zarzas, cañas, tuneras, etc., etc.), que no te dejan tocar nada, o están deseando lo toques, para caerte encima como buitres para la multa –da la impresión que cobran y viven a costa del que toque algo en el campo), que y viene el centro o meollo, ya sin rodeo: que uno no puede tocar absolutamente nada, y ellos, se lo cargan todo –todo lo dicho y más- en kilómetros y kilómetros de orillas de las carreteras, ya sean o no árboles añejos y centenarios, y sobre todo los que dan comida, que los quiten, y luego el INRI de no abonarse las tierras con lo que siempre se ha hecho sino con los ciscos de esos enormes troncos, triturados y hechos trocitos minúsculos, que al fin y al cabo son maderas, sin más nutriente que mantener la tierra endurecida y amasada, pero toda vez, no te dejan arrancar nada que se nazca en el terreno, la madera triturada o migajada esa, que suple al estiércol de la fauna desaparecida (vacas, ovejas, cabras, cochinos, conejos, gallinas, mulos, caballos, burros, etc.). Total, el agravio comparativo: usted, no toque nada, y ellos se lo cargan y rompen todo, ¡y aquí no pasa nada! Están desnudando las carreteras y dan una poda, que da hasta pena ver a los pobres árboles mancos, sin ramas, troncos cambados, y se pregunta uno, dónde coño han estudiado esta caterva de gansos: tres colgados en un eucalipto en una grúa; dos con flechas azules de pase, y el otro con el stop de viceversa, dos más en el camión, cuatro diciendo adiós al padre Báez, porque no se les pierde o escapa ni uno que pase, y más arriba y más abajo otra y otra cuadrilla, cuando esa manada de gansos, si estuvieran limpiando cercados y caminos para llegar a los castañeros o plantar y sembrar algo útil, otro gallo nos cantaría, pero tenemos el inteligentísimo cabildo, que tira el dinero, por destrozar, y paga a todos esos, con las multas a pobres desgraciados, que pretenden hacer lo que siempre se ha hecho (cuidar de animales y tierras), y se lo prohíben y si lo hacen lo castigan con multas imposibles de pagar –y se suicidan- porque pareciéndoles poco, les meten el tiempo que quieren en la cárcel, y ello sin robar, sin matar, sin cometer ningún delito, sino querer cultivar para comer, o tener una cabra suelta que si roe o "rulle" algo, igualmente le desgracia el animal al pobre amo de la cornúpeta o ungulada (cuernos y pezuñas puntiagudas que horadan y aran la tierra, y la mantienen floja y suelta, para que filtre el agua de las lluvias, y de paso con las cagarrutas y orines, lo van abonando todo).
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