Aborto en
el campo:
No, no se trata del aborto humano, en el que terrorísticamente, se mata al indefenso niño en el seno de su madre, que se lo quita de la matriz, pero que ya después, cien años que viva, y más, jamás se lo podrá quitar de la cabeza, pues mató a su hijo, y éste en sueños, y cada vez que su madre se cruce con alguno de su edad –de no haberlo matado- lo va a tener presente, por tanto de día y de noche, que si vengo con el aborto, es en otro sentido, pues se suele decir, esta o aquella operación –y no solo de cirugía- se abortó, por las razones que fueran. Por tanto entendamos, que aborto (sin acudir al diccionario), es toda aquella interrupción de cualquier proyecto, que se para o corta (como el de la vida en un ser vivo o persona, por más que con hipócritas definiciones intenten engañar al populacho).
Y eso es, precisamente, lo que sucede en el campo, donde miles y miles de personas, han intentado rehabilitar un camino, un estanque, una alpendre, un cercado, un lo que sea e irremediablemente, el seprona y el medio ambiente (medio ambiente y el seprona) se personan, con la consabida canción triste de: “¿tienes permiso aunque tenga 90 años, por lo de “tienes” y no “tiene”)?” Y como en el 99,99 %, la respuesta es “¡no!”, porque a ver en qué cabeza cabe, que para hacer lo que siempre se ha hecho, y que nadie lo hace mejor que su propio dueño, que quiere vivir de eso o aquello, ante el no ya dado por respuesta, solo cabe esperar la pertinente multa y castigo de deshacer lo hecho y devolverlo en su estado asilvestrado o en ruina, más el pago de multa, que de no hacerla, se cobran con las propiedades o bienes del muerto de hambre, que para salir de ella, ha vuelto al campo, como sus antepasados.
Pues, podemos concluir desde ya, que cualquier intento de actividad alguna en el campo, al cien por cien va a ser abortada, entorpecida, dificultada, prohibida por un ente que debe estar para ayudar y no para reprimir y castigar cual si niños de escuelas fueran -¡y ya ni eso!- a hombres hechos y derechos, cargados de años y de experiencias, que se las sabe todas y es el mejor defensor del medio, pues de él vive o pretende vivir, sin ocasionar ningún mal sino el bien de limpiar un camino o cercado, rehacer una pared o techo, y que siempre-siempre, tiene que pasar por la pertinente multa, que es siempre-siempre una verdadera sangría, pues se abusa del pobre, que va a quedar más pobre. Piénsese, que multas hay de 300.000,00 (trescientos mil) euros, por limpiar un camino. Y donde usted pretendía plantar papas y millo, en su cercado de toda la vida, la multa se amplía a que te obligan a plantar un determinado número de pinos canarios o tabaiberos, los mismos que se van a chupar y tragar el terreno no dejando salir ni la hierba.
Y ahora, mi propuesta: ¿cuándo este pueblo sumiso y pagador va a revelarse, como los mineros, y van a protagonizar una marcha hasta el cabildo, viniendo de la redonda isla de todos sus ajuntas y mientos, para decir sin más: “¡basta ya!”, “¡ya está bien!”, “¡devuelvan el importe de las multas!”, etc., etc.? ¿a qué espera este pueblo drogado con carnaval y fútbol para reaccionar contra el mayor de los abusos y la mayor de las injusticias? ¿Cuándo se va a movilizar este pueblo, para exigir un respeto a la gente del campo, que son verdaderos sabios y guardianes de la tierra, y que si está y ha llegado así hasta el presente, es gracias a su labor de bien hacer, justo el que comienza a deteriorarse, por una súper protección de toda basura que nazca o crezca, sin que nadie pueda tocar eso (cardones, tabaibas, retamas, pitas, cañas, zarzas, beroles, etc., -etc.), porque te cae la multa, como Dios que está en el Cielo?
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