Por las orillas…
… de las carreteras; mal está que las islas se llenen de ellas por
lomas, barrancos, llanuras, montañas, cercados, cadenas, fincas, etc., pero que
como adorno te las pongan en orillas de las carreteras, rotondas y parques,
como que ya es una pasada, y ello con el peligro que conlleva su cercanía. Mentes
tabaibiles permiten se llene todo de ellas, sin que de ellas, nada se obtengan.
Y es que teniendo el epígrafe de planta autóctona, es planta a proteger, pero
sin que esté en peligro de desaparecer, y a pesar de verlas y estar por todas
partes en números infinitos, y creciente cada día, nadie se atreve a parar su
dominio total de las islas, porque sus respectivos cabildos tienen en ellas el
dinero seguro para sus arcas, dado que las multas elevadísimas que ponen por el
menor daño a ellas hecho y hasta sin darse cuenta uno, engordan a unos pocos y
arruinan a unos muchos, que por desconocimiento y según uso y costumbre se
libran de basuras y de malas hierbas, cuando sin saberlo dañan o extirpan una
planta tabaibil, y ya no tienes ni remedio ni marcha atrás, sino multa al canto, que pagas con
dinero, cárcel o tu misma propiedad. No es de recibo, las tengamos hasta en la
sopa -que es un decir- pues no se comen ni animal hay que de ellas se alimente,
salvo que en la desesperación y el hambre mueran por efecto del envenenamiento
que se sigue de degustar lecha tan mala, que no hay leche peor y aquí se la
protege cual si condensada fuera, y creciente y enriquecedor su negocio.
Negocio para quien sabemos: el cabildo, el mismo que no moverá un paso para su
desprotección, ¡al contrario la multiplica por miles!, como si ella misma no lo
hiciera por sí.
El Padre Báez.
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