Ridículo tabaibero…
… aquella vieja acequia, de piedra y cal, y que por la loma atravesaba
el terreno de este buen hombre, que perdía más de la mitad del agua, por la
separación de piedras, por raíces que levantaron el cauce, por el paso de los
años, y ¡nada!, dicho y hecho: mi buen hombre se decide cambiar la vieja
acequia, por el moderno tubo negro de plástico que empalmado cada equis largos
metros, llevará el agua para ser aprovechada, sin perder una gota. Y, ¡manos a
la obra! Todo fue cocer y cantar hasta que llegaron -en el acto- los que le
preguntaron: ¿qué está haciendo usted?, a lo que respondió: ¡ya lo ve, poniendo
esta tubería porque la acequia pierde mucha agua y es más fácil sustituirla por
la tubería de plástico que repararla! Sí,
pero le preguntamos: ¿qué ha hecho? A lo que amablemente y con educación le
repite lo mismo, a lo que los interrogantes aclaran: ¡es que usted ha arrancado una tabaiba! A lo que el acequiero o
tuberero, le contesta: ¡sí, es que como estas gomas no se pueden doblar, y siguiendo
la línea recta, la tabaiba de por medio, pues como que molestaba y la quité! A
lo que le informan: ¡es que usted no ha
pedido permiso, para arrancar la tabaiba; la tabaiba está protegida…, vengan
los datos personales, para…!
¡Ya saben mis amables lectores, y aunque el razonamiento del antes
acequiero y ahora tuberero, fue el siguiente -no hubo consideración, sino
aplicación de la ley-, dijo mi buen hombre!: ¿acaso pretenden ustedes, que haga
cuatro codos y rodee con manguera la tabaiba? ¡Pues sí, es lo que debió haber hecho!..., ahora, absténgase a las
consecuencias (que no les cuento, porque es muy triste y feo).
El Padre Báez (el hecho relatado, le sucedió a un feligrés, y como me
lo contó, se lo he contado; salvo el final, porque es indignante).
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