POPURRÍ 465:
En el Año de la Fe (89): Tu Fe, la Fe: sólida, segura, fuerte, etc.
Al habla el historiador (465):
Detrás de David Silva...
... el alcalde del lugar, el presidente del cabildo...
Parecían dos perritos...
... se les caía la baba.
Parecían dos mendigos...
... detrás del rico y millonario jugador.
Me dio pena, ver esa escena...
... el futbolista, parecía una estrella a la que seguían detrás los dichos.
Queda por delante, la mala educación del “inglés”...
... que vapor delante de las autoridades.
Y todo, por favorecer el turismo...
... en lugar de seguir a los agricultores, los pocos que quedan.
Y a los ganaderos, en menor número de los primeros...
... a éstos debiera seguir, y no al otro.
Si fomentara el campo –no los de fútbol-...
... de inmediato, se acababa el paro, la crisis, el hambre, la delincuencia...
Pasa, que nunca han ordeñado una cabra...
... ni han hecho un surco, y por tanto, de esto nada.
(Ejemplo Paco Santana...
... de maestro escuela a consejero de agricultura y ganadería).
([Peor el otro Paco (Valido)...
... de placero, a embellecedor de la isla]).
Bien sabemos de la afición de viajar a Londres...
... y a otros lugares, haciendo turismo.
Y como eso es lo que hizo...
... es lo que promueve.
A ver, si de una vez, un agricultor, se presenta para presidente...
... y se carga el cabildo y pone firme a trabajar a todo el mundo en al tierra.
De lo contrario...
... esto dura: la tira, un rato, cantidad.
Pero ya sabemos, aquí, todo el mundo hala de un tal Messi...
...y de la chaqueta que se puso.
Así nos luce el pelo...
... otro futbolista, echando siempre balones fuera.
Mientras, ya están metidos de lleno...
... en el carnaval.
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“... el universo entero se halla bañado en alegría..., se alegraba la tierra...” (De los sermones de san Proclo de Constantinopla, obispo).
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Perdido
el campo:
Uno es del campo. Los políticos son de ciudad, y si del campo, lo han olvidado o nunca lo vivieron. Hoy, ser campesino es ser sospechoso de incumplir un reglamento enorme de normas que se desconocen, y es que han hecho tal cantidad de leyes absurdas y ridículas, que no tiene sentido alguno y va contra lo más elemental, que es vivir y trabajar en el campo sin más. Les han puesto tal cantidad de trabas y de obstáculos, que casi es imposible hacer algo, o mejor, nada. Ya el campo no es, ni la sombra de lo que fue y debiera ser. Casi el campo ya no existe. Los rostros de los pocos que quedan –ancianos la mayoría- son caras muy tristes, están acosados, viven con miedo a miedo ambiente, miedo al ckabildo. Ya por los campos, no circulan coches, solo se ven cruzar periódica y de forma constante los del ckabildo, el seprona, bomberos y semejantes, sin provecho alguno, sino acechando al pobre que persiste en seguir en su medio, en el medio ambiente, donde no les dejan moverse, ni tocar nada, ni hacer menos. Se trata de un combate o guerra fría: todos ellos contra el débil y apocado campesino. Una guerra que pierde –sin arma y sin uniforme- el desgraciado campesino. Ya nadie habla en el campo; ya nada se escucha. Solo el ruido y las sirenas de bomberos y guarda civil, que suenan para atemorizar y hacerse notar, los distintos paramilitares del gobierno y del ckabildo (dos gobiernos). Y esto que se acaba o termina, duró siglos. Ya solo se enfrenta el campesino, con un estado policial que observa y vigila las entradas, acciones y salidas del campesino, que vive atemorizado. La cosa es dura. El campesino sospechoso de delinquir, de saltarse algún precepto, norma, ley, decreto, boletín, etc. El campesino siente que sobre él pesa una cantidad grande de verdugos, que lo apalea de muerte y desaparición. El campo, es un campo vacío, y lo ha vaciado el ckabildo, para llenarlo de pinos. No se puede arrancar una pita, ni una retama, ni una tabaiba, por más que te impida el camino de siempre, tienes que dar un rodeo y hasta enriscarte, pero no tocar la planta protegida en millones y millones de ejemplares y tantos que son un bosque, y sin embargo, no se puede tocar ni una rama de ellas. Esta orquesta la dirige el ckabildo, que acaba con la tradición, la comida y el trabajo. No se arranca un pino, aunque esté en una curva y en el centro de la carretera, como ocurre en la que baja a Mogán desde la Cruz de San Antonio bendito. No se puede enterrar el “cadáver” de una cabra u otro animal menor. Ya no hay rastro ni huella de campesinos, sino de las motos del seprona, y de los coches del ckabildo y otros. Se investiga una poda, un fuego, una pared, un cuarto, un..., ¡todo! Jóvenes, no se ve ni uno en el campo, aprendiendo de los mayores la profesión prohibida, sea agricultor o ganadero. Generaciones ya varias, perdidas o desenganchadas, sin continuidad. Los que siguen en el campo, no pueden hacer nada. Solamente están, porque apegados al terruño, no lo dejan aunque no lo puedan cultivar ni tener un animal. Se interrumpe la historia. Gana el ckabildo. Ya no se viven escenas bucólicas del campo y sus faenas. Ya no se juega a nada. Hay silencio total. El cabildo ataca; el campesino, no se defiende, tiene mucho miedo. Se les va la vida entre nostalgia y suspense, mirando si lo miran; mirando si nadie lo ve (espera llegue la niebla para hacer algo a escondida del tiempo). Alguien cogió unas retamas, para hacer sombra a las pocetas de unos árboles frutajes, para que le aguantara la humedad, y le dijo la mujer: “¡desde los helicópteros, las van a ver, y te vienen a multar!”, y segaba hierba –les pregunté: “¡pero, si no tienes cabras!, ¿para qué siegas esa hierba?”, y me dijo: “¡para tapar las retamas, no sea que las vean y me multen!” Las retamas tapan caminos e impiden el trasiego y el paso normal (las cortó aprovechando la niebla y la caída de la tarde/noche). Hay mucho miedo. Lo de las retamas, así vea los ojos de Dios, o mudo me quede. Ya no se puede ni sobrevivir. Los atacan por aire y tierra, desde satélites y en coches. El campo está en lucha. El combate es constante. Nunca pensé el campo terminaría. Y eso, que es la verdadera universidad, donde los mayores sabios. Sí, los engañan entregándoles unos premios de fantasía (copas de colores de latón brillante, y diplomas), como dando a entender están con ellos, pero los persiguen a muerte. Los han llenado de leyes. En el campo ya, no se respira, ni hay paz. Todo ya es urbano. Torturan al campesino. No hay político que hable del campo. El campesino vive aterrorizado. El campo, poco a poco muere; ya languidece, se extenúa, está en los esténtores finales. Desaparecen dos grandes profesiones: ganadero y agricultor. Pastor y hortelano. Boyero y cultivador. Nadie defiende estas profesiones. Y nadie cuida con mayor esmero una cabra o un cercado que el campesino. Hacen (hacían), lo que siempre se ha hecho. El campesino mal vive atormentado, abrumado, culpabilizado. El campo se convierte en un desierto emboscado. Ya da terror caminar por el campo (hay perros asilvestrados, que matan ovejas y han probado la sangre y se tiran a las personas). Ya nada es como hace cinco, diez, quince, veinte..., años atrás. Se está dando ya la última boquiá. La cosa es sangrante, vital, de muerte. El pasado, ha desaparecido. El presente es abrumador. Los dos presidentes (uno sobra), solo hablan de turismo, el mismo que nos ha desgraciado y ha arruinado... El campo ya, no es real. El campo, es un laberinto sin salida. No se puede avanzar. Todo está parado. Quieto. Se ha pasado del trabajo al paro. La gente desea volver, pero se lo impide el miedo ambiente y otros. Recuerdo cuando en el campo había vida, alegría, comida, salud, buena vecindad, ayuda, espiritualidad, valores, fe, moral... Ya, nada de nada. Nada. Solo quedan recuerdos y alpendres vacías. Ya nadie canta. Ni los pájaros. Solo canta el viento. El resultado: hambre, pobreza, paro, delincuencia, robos, multas, cárcel, suicidios..., desaparecidos, desesperados, des..., descansen en paz. Solo queda la atmósfera, siguiendo sus propias leyes y ciclos. Deambula alguien. Personajes tristes. Amenazados. Gente inquieta, sobresaltada. Futuro muy oscuro. Sin horizontes. El campo, acaba. Difícil vuelva...
El Padre Báez.
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