sábado, 21 de julio de 2012

¡Salvemos el tabaibal!

¡Salvemos

el tabaibal!


La cumbre, la tierra, el campo, el medio, la creación, la naturaleza, etc. hay que salvarla; sin embargo, hay graves amenazas. Se desertiza, y se embosca todo, se asilvestra y llena de maleza, se pierde la tierra fértil, se abandona el campo, se frena toda actividad de producción, por intereses oscuros de los políticos, que castigan toda intervención, por minúscula que sea so pretexto de protección, y ocurre todo lo contrario, y todo desarrollo sostenible, es imposible. Los expertos del campo, son gente que ni lo conocen ni han nacido en él. Y, la economía dejó de ser verde. Con la protección del ambiente, está en juego ya la vida del hombre del campo (suicidios, etc.).

Teológicamente, hay que preservar la obra del hombre en el medio ambiente, por imperativo divino. Y antes que nada, hay que preservar al hombre (antes que a una retama); hay que respetar a la persona y su trabajo en el campo. No se debe fomentar y auspiciar la pobreza, ni acelerar el número de parados favoreciéndolo con esta política de acoso y derribo a todo agricultor y ganadero. El campo, y el trabajo en el mismo, es una herencia de siglos, recibida de muchas generaciones, que nos la han transmitido ininterrumpidamente. Por supuesto que hay que defender la naturaleza; otra cosa es ponerle candado a todo. También el hombre es naturaleza, y la otra sin éste, no tienen sentido. Y sé, que nadie respeta más a la naturaleza, como el que la trabaja y vive en ella (hoy ambas perseguidas y dificultadas).

Pues se vive de los recursos naturales, y ese excesivo control, está generando graves conflictos sociales, familiares, económicos, etc. Son muchos los que están enfermando, al no poder extraer de la tierra su comida y vida, actividad única, que de no ejercerla se pierde –además- un patrimonio natural excelente y modélico a nivel mundial. Pues, se obliga a dejar la tierra, y se pierden puestos de trabajo, lesionándose así derechos al mimo, con abusos, que son de terror y miedo, asombro y desorientación, sin que haya freno de una actividad persecutoria a inocentes hombres del campo, que ningún mal hace a sus propiedades, sino el bien que siempre se le ha hecho: cuidar de la tierra, a la que aman, y por y de la que viven, pero no les dejan vivir, ni explotar sus terrenos.

Y resulta, que la tierra, es sagrada para su dueño, pero no le dejan hacer nada en ella. Preocupado anda el sector, por su salud y su vida, su economía y su futuro. No hay desarrollo del campo, tampoco humano. Y lo que Dios le ha dado al hombre, otros hombres se lo están quitando, sin más, y sin razón. Pues, ¿quién trata al campo mejor que el campesino?, ¿quién usa de forma racional, más y mejor del campo que el que vive de él y en él? Pues, ¿no se debe priorizar el consumo  de alimentos propios? La política de control a toda actividad en el campo, debe cambiar. Por otra parte –no hay agricultura- si hubiera agricultura, sin ganadería, los fertilizantes, acabarían con la tierra y la salud de los que se alimenten de ella.

Nada se debiera hacer respecto al campo, sin consultar a los campesinos, verdaderos sabios de una cultura que les es propia. Es incomprensible, este pueblo no se lance a la calle a protestar por el daño irreversible que se le está propiciando al campo, con una política sin sentido, que lo único que busca parece ser, es vaciar al campo de campesinos, sin más. Hay una política forestal tal, que consiste solo en comer hectáreas y hectáreas de terreno en otro tiempo agrícola y pastoril, dañándolo de muerte y de esterilidad, envenenando la tierra y haciéndola improductiva por siempre.

Creemos muchos –todos los hombres del campo- se trata de una errada gestión, que desertiza el campo aunque lo llenen de pinos, y no parece piensen en las consecuencias que todo esto pueda tener en distintos aspectos (algunos aquí someramente señalados). Se esconde un conflicto, que en su día aflorará, sin remedio. Nos quedamos sin recursos. Y crece alarmantemente la pobreza. Solo se ataca así, a la naturaleza, a la que se pretende proteger. La tierra nos acoge, y la destruimos (nos la destruyen). Hay que preservar la actividad del campo, como siempre se hizo, desde que el hombre apareció en ella. Es su medio. La pena es, que no hay organización alguna que ayude a proteger a los hombres del campo, en su ambiente, sin darles lecciones inexpertos. Se está expulsando al hombre del campo, de su ambiente natural, y no hay manifestaciones ni eventos públicos que denuncien estos atropellos.

El campo, carece de un portavoz, que grite los abusos y tropelías que cometen en él, los políticos. No hay diarios ni otros medios que tomen parte en este desaguisado, cuando hay materia para un seguimiento diario y llamar la atención al gran público de un problema que se les echa encima sin verlo venir. Todos guardan silencio, nadie defiende el campo, ni a los que lo habitan. Todo es impacto medioambiental; y el verdadero impacto, es el que producen ellos con sus macros y faraónica obras, en el campo. Nuestro desarrollo recula, y vamos sin freno a una deriva imprevisible. Nada emerge, para parar esta acción de persecución, más que de prevención. Se prefiere pagar el peaje a cuanto venga de fuera, antes que comer nada de dentro. Aquí se mira para otro lado (o te hacen mirar): fútbol, carnaval, conciertos de músicos, etc. Se borra el pasado. Lo que se hace en el campo, es irracional; es una injusticia. Viviremos de limosnas.

El Padre Báez.

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