¿El estiércol?,
¡a nada!
En una ocasión, me dijo Pepito Guedes, pastor de Casas Pastores, y el veterano de los pastores (el rabadán): “¡Padre, el estiércol es oro!” Todavía me gustó más, lo que me dijo Santiago, pastor en La Atalaya de Santa Brígida: “¡Padre Báez, el estiércol, es la salud de la tierra!”; ya ven, y no lo quieren a nada. Recuerdo, cuando niño, se afanaba uno en apañar hojas de los eucaliptos, que echada en la cama de los animales, hicieran estiércol, y cuando venían los estercoleros –de Valleseco-, en camiones, con dos o tres hombres, chofer incluido, con sendas cestas de mimbre, para cargar el estiércol, con asadas y horquetas; te limpiaban la estercolera, llevándose todo el estiércol, y dejando una buena ayuda, para los gastos de estudios y otros. Pues, el estiércol se buscaba de casa en casa, y allá donde hubiera animales, y el dueño, prescindiera de él, por mor de mejorar la economía familiar y no echarlo a la propia tierra, lo vendía.
Ahora, tenemos a pastores y ganaderos, que lo tienen entongado, que les molestan, y tienen que pagar para retirarlo, porque nadie se lo quieren a nada. Ahora es el medio ambiente, el que te vende compost, como fruto de moler toda clase de hierbas y restos de árboles que podan. Pero el estiércol-estiércol, tirado, y molestando, porque sin agricultura, sin cultivo, ¿qué función tienen lo que es “oro”, y “salud”, para la tierra?; lo dicho: que ésta (la tierra), sin el estiércol, está pobre y enferma. Y ese oro –dinero- que es, ya no vale nada. Así, que si usted, quiere estiércol, vaya hasta donde cualquier pastor, y se lo regala; encima, él, le dará las gracias, porque le ha hecho usted, un gran y enorme favor: quitarle, lo que le estorba y no tiene salida; cuando antes, era un complemento y algo indispensable para el cultivo o siembra.
Pero, lo que más rabia da es que te traen turba del quinto pino, del fin del mundo, de bosques umbríos, y muertos como materia orgánica, cuando el estiércol de aquí, ni te lo exponen, ni venden, ni promociona, sino que si te ven estercolando un cercado, con la buena intención de sembrar o cultivar algo, o plantar unos árboles, o simplemente echarlo a la tierra, para que no se apelmace, te pueden castigar con una multa, porque tal vez, para llegar allí tronchaste una retama, o le quitaste un gajo a un berol.
La ganadería, hasta por este lado, ha pedido la razón de ser o existir; porque sabido es, que es o era uno de los beneficios, aparte leche y carne, que el estiércol, en el ciclo de la agricultura, mejoraba la sementera y cosecha, que a su vez redundaba en el beneficio de los animales; pero ya ni esa. Toda comida viene de fuera (me refiero para los animales, ¡hasta el retal [el nuestro se pudre o arde])), y el estiércol, cuando no hay abono como él para la tierra, no lo quieren a nada, a pesar de aflojar la tierra, y dar cosechas riquísimas, pero cuando no se planta, y no se deja plantar, el estiércol sobra.
Y ante este panorama: ¿qué ha de hacer el pastor o ganadero con su estiércol? Tal vez realimentar sobremanera su propia tierra, que sobrecargada de tanto estiércol, bien pudiera ser hasta contraproducente; y todo ello, por falta de una política sensata, que ha perdido el norte, y la razón de sur, pues castiga al ciudadano, con no dejarle hacer lo que siempre se hizo, y nunca se dejó de hacer; ya que de no hacerlo nosotros aquí, lo hacen otros por nosotros fuera, y después se lo compramos: ¡Sí señor, sacos de estiércol de ovejas, de cabras o vacas, que viene de fuera, para viveros, jardines y huertos escolares!, en lugar de mandar un camión y cargar, y pagar al pastor o ganadero, por el oro de su estiércol, o para la salud del terreno, con su medicina (el estiércol).
Este es el caso que gobierno, cabildo y ajuntas y mientos, hace de lo mejor de la ganadería, después de la leche y el queso. Que uno y otro, no es tenido en cuenta, ni se le ayuda con promocionárselo y darle salida y estercolar la tierra, para mejorar cosechas. Pero, sin agricultura, ¿qué salida tiene?, ¡ninguna!, cuando debiera ayudar a los ganaderos, ayudándoles a vender sus estiercos; antes que toda esa basura que traen de fuera (turba), o esa leña molida (compost), sin orines y sin excremento de los animales, que de nada sirve, porque salvo airear la tierra, no le aporta ninguna materia o humus.
El Padre Báez.
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