Las tabaibas viraron la
cosa…
“… gente torcida y
depravada…” (de la carta de san Pablo a los Filipenses 2,
12-18).
“… sé valiente, ten ánimo…”
(del salmo 26).
“… abasto de pan y
provisión…” (del cántico de Isaías 33, 13-16).
“… le da alimento…” (de las
preces de Laudes del miércoles III).
“… soy pobre y desgraciado…”
(del salmo 69).
“... los que sembraban con
lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve
cantando,
trayendo sus gavillas...”
(del salmo 125).
“... que comáis el pan de
vuestros sudores...” (del salmo 126).
… porque sin ellas en el campo, el campo nos daba comida
y trabajo, había ganadería y agricultura, pero… comenzaron a avanzar, a
colonizar, a expandirse (las tabaibas), y a su paso a retroceder el sector
primario, porque ellas primaban en todo y cada vez más, y sin parar hasta que
comenzó a menguar, a menos, a desaparecer el aporte del campo a la alimentación,
al tiempo que comenzaron a suplir, trayendo del fin del mundo, lo que
producíamos y como la cosa no paraba, lo segundo aumentaba, y tanto tanto en
ambos sentidos, que hemos tocado fondo, y ya nada producimos y todo, todo, todo
lo importamos. Y, aquellos que nos mataban el hambre enviando del interior de la
isla y desde toda su redondez con camiones y más camiones cargados a reventar de
hortalizas, de verduras, de frutas, de carnes, de leches, de quesos, de….
¡todo!, ahora sin nada que bajar a los mercados, los súper, las tiendas, las
áreas, etc., se encuentran que ni para nosotros, ni para ellos mismos, por mor
de la protección de las tabaibas, que les impiden tener una cabra o plantar algo
que poder llevarse a la boca, y el proceso ahora es a la inversa, porque los
camiones, los frigoríficos, los contenedores, furgonetas… suben al campo y
llevan a la redonda todo cuanto se ponga en la mesa, y ello, con el agravante
siguiente: cuando los campesinos nos alimentaban, lo hacían con calidad,
frescura, vitaminas, y otras leches (no la de tabaibas), pero, contrariamente,
lo que reciben para poder malamente sobrevivir, es de la peor calidad, sin
sabor, sin nutrientes, con mucho añadido desconocido, sea fitosanitarios, sean
manipulación, conservación al frío, etc., etc., que como es sabido nos enferma,
arruina y mata. Por eso, la utopía, de que esto algún día y poco a poco remita y
vuelva a su cauce el río, es decir, que el campo -arrancadas y perseguidas las
tabaibas- comience a ser nuestra propia despensa y la única oficina de empleo
que daría trabajo a todos y a más, porque el campo, por más que esté mecanizado,
hay que echarle una mano, y por mucha mecanización, los rebaños -si volvieran-
emplearían a muchos pastores, ganaderos, boyeros, etc., etc. Y, se acabaría con
el hambre, y de paso con el paro. Sé, lo dicho no es nuevo, y si lo repito, es
por ver si lo del refrán, tanto va el
cántaro a la fuente, que al fin, se rompe. Bueno sería el cabildo rompiera
esa dichosa protección a las tabaibas que son las únicas culpables de la crisis,
del paro y el hambre. Desapareciendo las tabaibas, y volviendo a lo de siempre,
volveríamos a ser felices, comeríamos perdices –porque volverían al campo
sembrado- y saldríamos de esta hambruna y paro que aquí, cada vez se agudiza más
y más, y ello hasta que este plan cabildicios no cese o
pare.
El Padre Báez.
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Una de cal; otra, de arena:
Querido Padre
Báez: Le contesto en este archivo a sus escritos sobre la tabaiba. No se me
enfade. Un abrazo Pepa Aurora.
Ingenio 2 de Mayo del
2014
Querido Padre Báez: Ya sabe el
respetuoso cariño y la admiración que siento por usted. En nombre de esa amistad me gustaría
erigirme en defensora de la tabaiba. He leído todas sus acusaciones y me
gustaría aportar algunos datos que la libren del castigo del odio y la
indiferencia.
Debo comenzar por decir que algunos
estudiosos aseguran que la palabra
tabaiba es de origen guanche y que ya se usaba en el siglo XV. Hay muchas
plantas parecidas en América latina y se conocen con el nombre de tabaiba. Como
soy una fabuladora quiero imaginar que el nombre se lo debió poner los canarios
llevados a esas tierras al principio del
descubrimiento.
Comienzo recordando mi infancia,
cuando el chicle venido de las Américas era un artículo de lujo para los niños
de mi entorno. Entonces recurríamos a la tabaiba para estar a la moda. Dejábamos
coagular su savia hasta que se convirtiera en una masa blanca,
semejante a la goma, y la masticábamos. Al principio era muy amarga; pero después se transformaba
en un eterno chicle que podíamos masticar días y días. Cuando nos cansábamos de
él lo utilizábamos como pegamento para decorar las libretas, carteles y trabajos
manuales. Curiosamente, sesenta años después, en una escuela de una de las
islas, donde la crisis ha sumido en la miseria a la mitad de
los niños, una avispada maestra, conocedora del medio, ha vuelto a
utilizar la savia de la tabaiba como goma de pegar para sus trabajos en el
aula.
Sabíamos que tenía una cierta dosis
de veneno, aunque no era tóxico para las
personas. ¿Qué cómo lo sabíamos? Seguramente
era una de esas cosas que se
conocen sin saber por qué; uno de esos aprendizajes grabados en la mente
por nuestro ancestro cultural siguiendo
las leyes de la naturaleza. Tal vez mis antepasados también machacaban la
tabaiba y las pencas de cardón para pescar en los charcos o puede que el
conocimiento proviniera de la simple observación de la naturaleza.
Recuerdo que las mariposas que se
criaban en las tabaibas eran las más hermosas, y a pesar de sus llamativos
colores los pájaros no se le acercaban. Hoy sé, que justamente vestían esos
llamativos colores para avisar de su carga
venenosa.
También sé que cuando iba a buscar
caracoles, nos dirigíamos directamente a las tabaibas porque ellos se protegen
bajo la planta, desovan junto a sus raíces y están siempre en sus alrededores.
Añado además, que bajo sus sombras y su
lechosa savia se protegen multitud de insectos, lagartos, lisas y
saltamontes.
Sí que aprendí, por mi abuelo,
maestro, enamorado del campo y la agricultura, los efectos de la erosión y que
gracias a las plantas de tabaibas se mantenían intactas nuestras secas
laderas.
Desde luego, lo que le estoy
contando no lo leí en ningún libro, ya que en mi infancia nada canario
interesaba ni se escribía. Es sólo producto del aprendizaje experimental del
entorno. Imagino que los técnicos de medioambiente, que sí están preparados,
tendrán argumentos suficientes para proteger la
planta.
Yo la respeto y siento una inmensa
ternura por ella. La principal razón es
su derecho a la vida y al espacio. ¿Acaso tienen más derecho las publicitadas
margaritas o los lirios silvestres? Fíjese si la respeto que hasta le hice un
poema…
Dice
así:
Taba, tabaiba
Tabaiba dulce,
Tabaiba amarga.
Palmeral de los
pequeños
soberbio drago enano.
Paragua de los
insectos,
la cuna de los chuchangos,
el lechoso
pegamento
y el amargo chicle
sano.
Taba, tabaiba,
¡Qué amarga savia!
Quisiera creer, con eso de
que “Dios escribe derecho con los renglones torcidos” que su enfado se debe a
que la utiliza como metáfora para enseñarnos algo que no atino a comprender.
Espero que me lo explique y llegar a un entendimiento.
Respetuosos abrazos de su admiradora y amiga Pepa
Aurora.
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