sábado, 8 de septiembre de 2018

Turcón, le pasa la mano al cabildo.
 
Turcón, le pasa la mano al cabildo. ¡Vamos, cosa de amigos! Una palmadita en los hombros, o cosa de apoyos –contra todo el mundo-. Les cuento, ese grupo así denominado, y que dice ser ecologista, está en contra de las cabras de Gu-guy y más allá, porque según parece para esta gente las cabras no son ecológicas, ni forma parte de la biodiversidad del Macizo del Noroeste, y ¡asombrado quédeme!, pues ni que las cabras no fueran una cosa ni la otra. Pero, es que hay –hubo- más, que pide, solicita, espera, la institución cabildicia matacabras y plantapinos que padecemos  y sufrimos, el dicho –no he dicho dichoso- grupo, llamado Turcón (desconozco su significado [no sé si tiene que ver con algo de las palomas, me parece]), reitera a los de la casa palacio, que elimine, es decir desaparezca a las hermanas –que dijera Francisco de Así, el patrono de los ecologistas- cabras, cabrones y cabritos (en canario y desde los guanches baifos), porque con el calificativo falso e inexistente, a todo el cabrerío al que denomina salvaje o asilvestrado, cuando son cabras libres, y las así denominadas –repito- no existen, al menos en nuestra isla (que son cabras domesticas, mansas, las de toda la vida, que al no poder los pastores pastorearlas –todo protegido, no las pueden sacar de los corrales o explotaciones- ni darles de comer el pienso y alfalfar que les tienen que comprar y el poco precio o bajo de la leche y queso como que no compensa y las sueltan y los animalitos de Dios cogen la ruta de la libertad a donde siempre y desde siempre han estado y es su mundo, donde gracias a ellas, se conservan  plantas como: retamas, tajinastes, beroles, tabaibas, etc., que nunca jamás, toda es maleza, valen lo que una cabra, porque si algo hay que proteger es a las cabras y no a la basura citada, que por otra parte es compatible la convivencia o persistencia o coexistencia de ambas: cabras y basuras verdes, que les dan sombra y bajo sus ramas reposan y descansan, y sin probarlas, porque se alimentan hasta del musgo seco, y parece que polvean tierra. Y uno se pregunta: ¿va el cabildo y puebla –que no repuebla- el hábitat de las cabras, y para que no se coman las cabras –que no se comen- lo poblado (es decir: pinos, pinos y pinos), quiere matar las cabras?, pues ¡totorotas del carajo!, si las cabras se comen los pinos, pónganles millo, pero no pinos y muerto el perro, –a éstos no los maten, por favor- se acabó la rabia, ¿o no? Pues déjense de plantar pinos, y dejen a las cabras tranquilas, ¿es que no tienen donde plantar pino sino donde no van a pegar –o prender- ni uno por el secarral del lugar que es desértico en grado sumo?; y se acabó el cuento, pero, yo –un servidor- conocedor de la zona –donde acampé por 36 veranos seguidos- les aseguro: que cabras y lo autóctono, más lo endémico, sin las cabras desaparecerían y es que no se enteran. ¿Serán niños de la capital, que no han pisado el campo? Pues, dicho queda. Déjense de boberías, y dejen las cabras tranquilas –repito- y déjense de plantar donde ellas se han plantados, y gracias a ellas tenemos en la zona muchísimas plantas protegidas por las cabras, que sin ellas se desprotegen y desaparecen. A ver si se enteran y dejan las coas como siempre estuvieron. Y al cabildo: ¡devuelve ese dinero maldito y ensangrentado con tiros de escopetas, a Europa, cagados 400.000,00 euros: los que vale una sola cabra, ¡o más!
 
El Padre Báez, Pbro. Día de Ntra. Sra. del Pino, Patrona de la Diócesis de Canarias (08-09-18).

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