Que ni vengo de vacación alguna, ni -gracias a Dios-
me ha pasado nada que me haya impedido desconectarme de mis miles de
comunicantes por este medio, sino que fallos técnicos, me han impedido este
contacto diario, que con alegría,
retomo. Cierto, que atrás, quedan muchas cosas que debí haber dicho en los días
mudos, pero retomamos la brecha, y seguimos, y como dijera Fray Luis de León: “...
como decíamos ayer...”:
POPURRÍ 629, 230, 231, 232, 233, 234, 235, 236, 237,
238:
En el Año de la Fe (253): La Fe, me
haga un niño crédulo, en todo, todo.
En el Año de la Fe (254): La Fe,
dejó huellas; no las borre y las aumente.
En el Año de la Fe (255): la Fe te
distingue, y te dignifica; sin ella...
En el Año de la Fe (256): Recuerda
que Fe en Dios y Fe en la Iglesia es lo mismo (le asiste el Espíritu Santo).
En el Año de la Fe (257): La Fe es
fuerte, o es otra cosa.
En el Año de la Fe (258): La Fe,
cual columna, con base segura.
En el Año de la Fe (259): El
hombre, necesita la Fe; los animales, no.
En el Año de la Fe (260): Es
necesario, permanecer en al Fe; de lo contrario perderías la alegría, ¡y tanto
y Tanto!
En el Año de la Fe (261): Sea firme
tu Fe, como una roca.
En el Año de la Fe (262): A otras
crisis (económica, afectiva, salud, etc.), no añadas la crisis de Fe.
Al habla el historiador (253, 254, 255, 256, 257,
258, 259, 260, 261, 262):
¿A usted le interesa lo de fichajes para campos de
fútbol?...
... prefiero fichen para el otro campo a
agricultores y ganaderos.
El
Padre Báez.
Sin producción en el sector primario...
... imposible cualquier intento industrial. Sin
materia prima, no hay tu tía.
Mientras el idiota estado subvencione la
producción...
... no vamos a producir nada.
El gran tabaibal y el tabaibal todo...
... debe avanzar en cultivo y ganadería, si no
estamos perdidos.
Aumenta el paro, sin el campo...
... y van a parar a más (“despido” lo llaman ellos).
La prensa y otros medios, solo se ocupan de casos de
justicia...
... sobre juicios que a nadie importa
sino al acusado, nos comen el tarro a diario y a todas horas. Echando balones
fuera.
El único autoempleo está en los cercados, cadenas,
bocados, fincas, tierra, laderas, lomas, barrancos, etc...
... fuera de eso, no hay sino que salir
fuera (marcharse).
Pero, mientras cabildo (seprona y miedoambiente
sigan en el campo)...
... no hay nada que hacer.
La tierra debe ser para el cultivo...
... no para el turismo.
Buena noticia:...
... el presidente cabildicio, se queda
aislado (es un buen comienzo, para desparecer a esa desgraciada institución, ya
vieja y caduca, con un siglo encima).
La única barrera contra los incendios...
... cabras y ovejas sueltas. Sin
embargo tiene a 800 personas previniendo los incendios; si cada uno de esos 800
cuidaran de 8 cabras sueltas, imposible hayan incendios.
Frutas y verduras, vienen de fuera...
... pues no pueden ser frescas, ni
recientes (limones un mes en barco, desde Argentina, por ejemplo).
La oferta de la
universidaddelasplamasdelgrantabaibal es...
... seguir idiotizando al pueblo
tabaibero con ballenas muertas y pájaros azules.
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“... se alegraron
de aquella bonanza...” (Salmo
106).
“... los rectos
lo ven y se alegran...” (Antífona
3. de Vísperas).
“... libres de
toda adversidad, podamos alegrarnos siempre...” (De la oración de Laudes).
“... mi alegría
es el camino de tus preceptos...” (Del versillo de la Hora intermedia [Nona]).
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Cenizas en el campo:
No me refiero a las de los incendios, que
dicho sea de paso, son beneficiosas -aunque el fin no justifica la acción- y a
tal fin, en toda espakistania, después de coger el trigo, cortado a una cuarta
del suelo, lo que queda –el rastrojo- se quema, como abono. En casa de mi
infancia, vi cómo mi padre cogía las cenizas del fogal, para esparcirlas por el
terreno, entre las papas. Lo mismo hacía con los restos de hogueras, que las
cenizas tenían el mismo fin: alimentar y abonar las tierras. Y tratándose de
cenizas, la muerte de cualquier animal (vaca, cabra o lo que fuera), enterrada
en tierra, sembrando luego el terreno sobre lo enterrado, la semilla sobre el
animal enterrado, crecía de una forma mayúscula. Pero, no van por ahí los
tiros, que es cosa que duele, que cuando no se te permite echar las cenizas de
un animal muerto, ni que nada arda, para enriquecer la tierra, con restos
vegetales o/y de animales, y que personas hayan que siembren las cenizas de sus
deudos, por los campos de Dios, y que luego te comas al muerto hecho comida
fruta u hortalizas, como que no; me resisto. Y aunque es peor tener las cenizas
del muerto entre los libros en la estantería o sobre la nevera o el televisor,
¡pero si tienen el camposanto (cementerio) para ellos!, ¿a qué viene que todo
el campo se haya convertido en un “campo santo” sin bendecir, por donde se
expandan las cenizas de muertos -hasta contagiosos-, por más que quemados hayan
sido? Y es que la cosa es más que grave: un cuerpo que antes de la cremación es
asperjado con agua bendita y hasta inciensado, habida cuenta templo del
Espíritu Santo que fue, o sagrario humano, y que ahora lo puedan pisotear todo
corredor por los campos ya que no por agricultores o ganaderos desaparecidos,
es más que una falta de respeto triple. ¡Que no hombre!, que hay un sitio para
cada cosa, y cada cosa ha de estar en su sitio. Y hay un sitio para los
muertos; sus despojos hechos cenizas, no son para echarlas a voleo. Pues,
sucedió -es un hecho real- que van al campo una familia y a la sombra de un
almendro, frente a un idílico paisaje, se sientan en mantel de almuerzo
campestre, hasta que al patriarca de la reunión le entran ganas de orinar, y se
retira un poco de la asamblea banquetil bucólico, y junto a aquella piedra del
atrás hace sus necesidades, con la sorpresa de encontrase en aquel rincón una
corona de flores ya marchita, y curioso, pregunta al del miedoambiente que
acertó a pasar por el lugar, que qué hacía allí aquella corona de flores. A lo
que el del miedo les dijo, que días atrás, vinieron los familiares de un equis
difunto, que como solía pasar largas vigilias en el mismo sitio donde ustedes
almuerzan, vinieron a echar por el entorno las cenizas del muerto, para que
desde la otra vida, siguiera estando en lugar tan apreciado por él en su vida
terrestre, y que él, el de miedo (ambiente), la retiró, para no “afear” el
recinto campestre. Con lo que los comensales, habían comido y se habían sentado
sobre las cenizas de un muerto. Ni que decir tengo, que en mala hora supieron
lo del “enterramiento cenizal” en dicho lugar, porque al que menos le entró fue
cagalera, mal de estómago otro, que al tercero le dio por vomitar lo comida, y
dolor de tripas tuvieron el resto, con asco que aún les dura. Y es que comer en
el plato donde las cenizas de un muerto, como que no. Pero, más gracia me hizo el
otro día cuando el hermano sacerdote despidiendo los restos mortales del
familiar, comentó lo de los gustos marineros –sin referencia alguna a las
lecturas de la Palabra de Dios en la liturgia exequial, y sí la biografía del
cadáver- de su pariente, y que la familia había decidido –nos dijo, sin venir a
cuento, y dando tan mal ejemplo- echar las cenizas del difunto justo donde
solía pescar en vida, para que muerto siguiera en la faena de la caña, a lo que
comenté, para mis adentros: ¡Mira qué gracia, yo que no sé dónde pescaba, vaya
a la mar y me bañe, y salga embadurnado de las cenizas de ese muerto; o peor
aún que alguien pescando de nuevo, pesque al muerto que comido por un pez, me
lo fría en sartén y me coma a su pariente (o su propia familia). Y es que no;
no es el planeta lugar para los muertos; que hay cementerios para ellos; y si
nicho no, porque es más caro, deje en el mismo cementerio en su jarrón o tarro
cenicil, los restos del muerto, pero ¡por favor!, no me los esparzan por los
campos, ni por las aguas, mucho menos nos los echen a volar, que luego va uno y
respira al muerto. Por todo ello, por respeto al campo donde las cebollas,
papas o millo, y en el peor de los casos por donde pinos, retamas y tomillos,
no entre tabaibas, sino entre otros muertos hermanadas, que la muerte los
iguala, y los dejen en su sitio. Porque siempre oí, ¿y qué hace una vaca en un
baile?; pues como que no es su sitio o aquello de: ¿y a ti, quién te dio
cuchara en este plato, o vela en este entierro? Pues, dedico, con todas mis
delicadezas a esas almas buenas, pero equivocadas, que si tanto aman a sus
difuntos, no los tiren, ni se los guarden en casa, que su casa es otra y no me
refiero a la gloria, que esa es la de su alma si hizo méritos (Cristo los hizo
para ello), para ello, que lo que es sus cuerpos sin vida: ¡carajo, un respeto!
Y toda vez que hay amores que matan, no pasen por una doble muerte nuestros
muertos. Yo, a mi madre, hermana, abuela, padre tíos, primos, etc., los tengo
donde les puedo poner un ramo de flores, sin tener que echarlas a flotar a la
mar, o dejarlas donde pasaba tardes en el campo. Que mi campo lo quiero lleno
de comida /(agricultura y ganadería), y no de cenizas de muertos. ¡Ya pudiera
de paso, los del seprona y del miedoambiente (del cabildo ambos), controlar ese
asunto y multar a esos desaprensivos, que van regando el campo de muerte,
cuando es lugar de vida, de comida, de ganados y cultivos. Pues –con todos mis
respetos- dicho queda. Y conste, que por todos los muertos esparcidos por
tierra, mar y aire, hoy -por ellos- mis pobres oraciones. Se lo prometo.
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