"Y se amaron dos caballos, mire usted que maravilla, en la plaza de la mancha en el patio de cuadrillas, se enamoró mi caballo de una yegua de Castilla. Ella lo vio torear y se puso muy coqueta al verlo relinchar, porque comprendió que era distinto de los demás. Del pesebre se soltaron cuando nadie los veía y en la cuadra se besaron, al campo se me escaparon al terminar la corría..."
Sí, estoy contento y no, no es un caballo andaluz el protagonista de hoy, en mi comentario, sino un caballo canario. La verdad que no se si yegua o caballo. Sí se, que: el caballero que lo montaba, guarda un gran y buen secreto. Y claro, secreto de confesión. Un servidor, no puedo decir el nombre del "penitente", ni dar pista alguna, que lo pueda identificar. Por eso, permítaseme, hable en abstracto y en general (y de "la doncella, sin decir quién es ella"). Y en vez de decir el lugar exacto, diré -sin más- en Gran Canaria, hay un nuevo yacimiento arqueológico; exactamente, una nueva necrópolis, y esta vez, descubierta, por un caballo. Ésta sí, y no la de la canción o sevillana, sí que es una historia de maravilla.
Parece un cuento: y todo sucedió ("Una tarde fresquita de mayo, cogí mi caballo y me fui a pasear, por la senda donde mi morena, graciosa y hermosa, solía pasar. Yo la vi que cogía una rosa, yo la vi que cogía un clavel, y le dije jardinera hermosa, sus manos preciosas quisiera tener..."), cuando el jinete o caballero, nota y ve que el caballo se enterró con sus patas delanteras en el galope de su marcha-paseo 8de cuyo incidente a punto estuvo de tener un gran accidente), se baja del caballo, y cuál no es su sorpresa al ver lo que hay entre las patas del equino: unos huesos humanos, y descubre que son muchas las tumbas, de un nuevo cementerio guanche. Con, lo que tenemos, una nueva necrópolis, en un lugar, que ni imaginado.
Nuestro anónimo descubridor -gracias a su caballo- contó varias tumbas (mantenemos el secreto de su número), con sus respectivos esqueletos. Y, como medida de protección, seguridad y ocultamiento de su hallazgo, lo volvió a tapar con ramas y arbustos. Por supuesto, es un encuentro a poner en conocimiento de Patrimonio, aunque, difícil que lo haga (a no ser que el que fue confidente, fue un periodista, que como es sabido no tiene sigilo sacramental que guardar, y él sí debe informar a Patrimonio, como sabe, y se lo dije), se resiste y me dice, ante comportamientos de los mismos, frente a acaecidos y situaciones como ésta, no está decidido a dar la noticia; y aunque no compartía con mi "penitente" su criterio u opinión, traté de convencerlo para que informe; todo lo que conseguí, es que me lo mostrará, y que después, ya veríamos. Pues, en ello estamos.
Y estoy seguro, lo convenceré al fin, para que se conozca el hallazgo, y se ponga en manos de quien debe saberlo y actuar, según procede en estos casos. Mientras, uno anda dividido, entre el secreto de confesión o sigilo sacramental, y el deber y obligación (como ya hice con la "piedra de Balos", que encontrada por un servidor en dicho lugar, en el barranco con un antropomorfo esculpido o grabado en ella, sin que jamás, se supiera más de ella, una vez entregada al Museo Canario), de informar a Patrimonio, para enriquecer nuestro acervo cultural y arqueológico y ponerlo a buen recaudo y protección, ya que en ello nos va nuestra esencia y señas de identidad.
Sí, repito: lo de nuestro caballo -en verdad, el caballero que lo montaba- sí que es una maravilla. A un servidor, le parece mentira, se parece a esos cuentos en los que aparecen tesoros, o fortunas..., a la par que me pregunto: ¿y cuántos más por aparecer, cuando nuestra isla -las islas- es un museo toda ella; por donde quiera que uno se mueva, están las huellas de los guanches. Pero, los periódicos a la vez, nos siguen comiendo el tarro (el coco o la cabeza) con los egipcios. ¡De pena! Y es la de este descubridor, que se pregunta: ¿y qué harán con estos huesos?, ¿se los llevarán?, ¿dónde los pondrán?, ¿qué harán con ellos?... Recuerdo, cuando para una mala exposición de cuadros, pintados por un funcionario del Museo, de muy mala calidad, recreando la vida de los guanches, para reclamo y adorno de la "exposición" de un aficionado a la pintura, sin más valor que ninguno, no se les ocurrieron mejor idea, que hacer unas esculturas gigantescas, enormes (algunas llegaban al techo), formando: conos, pilastras, columnas, túmulos, pirámides, etc., de huesos humanos, extraídos de los fondos, de depósitos y almacenes del Museo, que no cabrían en varios camiones, y así, en esas "obras de arte con huesos humanos", cogidos o pegados con silicona y ya sin el marco, se podían ver y tocar: cráneos, pelvis, vértebras, tibias, radios, peronés, cúbitos, costillas, dedos, dientes, etc. ¿Irán los nuevos huesos descubiertos, a tal o parecido fin? Pues, miedos justificados hay, en descubrir estos hallazgos.
Al menos, estemos expectantes, y esperemos a ver qué pasa. Cosa de un mes (y de paso les cuento con dolor, cómo un español vasco, me decía el otro día, que: tenía en su casa, una gran piedra de obsidiana, y distintos materiales líticos de los guanches, obtenidos en... y, le dije, "¡entrega eso!"; me contestó, que eso le da mucha fuerza, y que..., bla, bla, bla...
Alegría (por lo primero) del Padre Báez, que se vuelve tristeza (por lo del final [figuras de huesos humanos, y lo del vasco]).
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