
La verdad es, que no corren mejor suerte, aquellos, que aún sin llegar a desaparecer, por los métodos antes citados, los que están dejados de la mano de ellos, que los ignoran, los desprotegen, los dejan abiertos a pillajes y otras tropelías, no están mejor tratados que los exterminados. Aunque dicho sea en honor a la verdad, si hubiera buena disponibilidad, y se priorizara y se volviera a valorar en su justa medida los yacimientos, los todavía sepultados bajo el cemento y distintas obras, pudieran ser recuperados, por medio del derribo de lo hecho sobre ellos, apareciendo así, los documentos de nuestros antepasados, que nos dejaron en ellos su vida y obra. Pero, mucho me temo, es esta una ilusión, que no veremos al presente. Nos consuela, dejar escrito y señalados esos lugares, por si el futuro o por venir, corren con más suerte, y los rescatan, para solaz y orgullo de unas raíces o señas de identidad, que otros borraron, desde la ignorancia, ambición o egoísmo.
El Padre Báez, que ruega y suplica a quienes sepan de yacimientos sepultados, me den referencia de los mismos, para que formen parte de la lista que confecciono, y no solo para vergüenza de los que no los han defendido, sino para los que por venir, puedan hacer, lo que no hicieron los del presente. Al menos, decirles, dónde están.
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