La alegría de los pinos...
... aquella que te da,
cuando vas y sales al campo, y puedes comprobar, que aunque el cabildo no los
esté arrancando, ellos mismos comienzan a perderse, es decir a secarse o
morirse, que es lo mismo; es algo que está a la vista, y es que la naturaleza
que es sabia, sabe deshacerse de lo que
el cabildo le ha echado encima cual maldición, y es que si la falta de agua, por
más que llueva -siempre es poca para los pinos- no acaba con ellos, les ayuda en
esa tarea, las benditas procesionarias, que poco a poco, están haciendo callada
su labor de exterminio del mato más ruin que pisa -o han plantado en nuestra
desgraciada isla mientras la tengamos con pinos-, pues doble alegría al ver cómo
la plaga citada afecta a los inútiles y envenenadores pinos.
Razón ésta, por la
que deberíamos proteger, por su labor benéfica al insecto defoliador de los
pinos y ello desde cuando se encuentra en su fase de oruga. No se olviden mis
amigos lectores, que cada pino seco, está dejando su puesto a un castañero u
otro árbol que nos mate o quite el hambre, porque lo que son los pinos, solo nos
dan fuego, desde la pinocha y resina que pone antes las narices de los
pirómanos, a veces el mismo cabildo con sus ya clásicos incendios controlados,
que a veces -o adrede- se les va de las manos y siempre encuentran a un simplón
de La Cumbre, para echarle la culpa, como según me cuentan sucedió en el último
nuestro, de manos de tres ingeniero y el inocente sigue en la cárcel, sin
guisarlo y sin comérselo... ¡sin nombre!
El Padre Báez, que se
alegra, porque los pinos que se secan comienzan a ampliar su radio o zona de
afectados por la falta de agua, cada vez más bajo el nivel, precisamente por
culpa de ellos. Pues ya se pueden ver u observar no uno u otro al azar, sino
grupos de ellos, pasando a mejor vida, y siendo alimento de gusanos, haciéndose
gofio, al ser pinos de llanuras y no de riscos, que es su puesto o sitio (a
éstos sí que los quiero y defiendo, por la tea, y son como
el hierro). Y justo mi alegría sube,
porque donde los mejores pinares, son el mejor sequero o sequedal de los mismos,
precisamente, al ser tantos, estar tan juntos y tan viejos (pero ninguno con más
de sesenta años), necesitan más agua, y toda vez no la hay, se nos secan, ¡qué
bien!, ¿no? Pero, lo que de verdad me llena de gozo, es ver esas bolsas blancas
de procesionarias, que se encargarán de terminar o acabar, matar y hacer morir, esa morralla y hartera de pinos,
que nada nos dan sino pinocha para incendios; incendios que necesitan los pinos
para reproducirse, y eso, eso es un grave peligro y más cuando la intención del
cabildo es plantar durante cuarenta años seguidos, y proyecta poner 350.000 en
el rico barranco entre montañas en Veneguera.
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El breve, pero intenso correo del hermano en el
sacerdocio, con el mejor de los mensajes, la simple y hermosa fraternidad:
Fernando, te
deseo la paz en este día de Teresa de Calcuta según el nombramiento de ayer a
la gran evangelizadora. Dime quién es ese compañero Herrera que creo que no lo
conozco y tiene arte para afinar el lápiz y decir lo que en mucho no estamos de
acuerdo... abrazos y nos llamaremos: Paco (Francisco Martel,
presbítero).
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“... estamos
sacados de desprecio, del desprecio de los orgullosos...”
(salmo 122). / “... quien denigra a su hermano denigra a la
ley y juzga a la ley; y, si juzgas a la ley, ya no la estás cumpliendo, eres su
juez. Uno solo es legislador y juez: el
que puede salvar y destruir. ¿Quién eres
tú para juzgar al prójimo?...”
(St 4,
11-12).
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